TW
0

La cristiandad celebra en Semana Santa los días centrales de su fe. Lo hace inmersa en un proceso de desgaste fruto de la apostasía silenciosa y de las incertidumbres que de un tiempo a esta parte han socavado sus cimientos, acosada por persecuciones que recuerdan a las sufridas por las primeras comunidades, pero alumbrada por una esperanza auténtica. Los cristianos reviven estos días el sentimiento de sincera gratitud que genera el radical mensaje de Jesús de Nazaret, resumido en el advenimiento de un nuevo reino que no es otro que el de la igualdad, la justicia y la fraternidad. Un mensaje de esperanza que alegra el corazón de creyentes de todo el mundo por su capacidad transformadora puesta de manifiesto en los incontables proyectos que la Iglesia católica desarrolla en tierras de misión con la vista puesta en la promoción integral del ser humano. Un mensaje tan enraizado en la cultura occidental que no es ajeno a quienes han dejado de creer o quizás nunca lo hicieron por cuanto expresa valores cuya recuperación se hace acuciante en la actualidad. La empatía, el esfuerzo, la generosidad, la entrega desin­teresada, la capacidad de enmendar errores, de soñar y de amar ya las predicó un loco de Galilea. Por eso la Pascua que Él trajo es un poco de todos.