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Sin duda alguna será lo que habrán exclamado los buscadores de caracoles durante estos días, todo lo contrario de lo que habrán pensado quienes abandonaron sus ciudades y países en busca de esa mezcla entre sol, religiosidad, cultura y gastronomía, sellos clásicos de toda Semana Santa. Pero la naturaleza, que es sabia hasta en estropear nuestros planes, sabe que una Semana Santa, sin cuatro gotas al menos, no es Semana Santa, caiga en la fecha que caiga. No van a chirriar en exceso, también algo muy clásico, los neumáticos de los vehículos debido a los procesionales goterones de cera ya que entre suspensiones de procesiones y vías peatonales, poco hubo por pisar. Más van chirriar los dientes de quienes sembraron de sombrillas y mesas sus terrazas y restaurantes costeros, los que colgaron sus carteles ofreciendo pescaditos al atardecer y churros al amanecer. Que mala suerte la que no se busca y te ataca de puntillas por la espalda, que mala suerte la que se suma a las tristemente conocidas, haciendo un rosario de desgracia tras desgracia. Parece como si el destino no quisiera que levantáramos cabeza ni en los mejores momentos, como si una mano negra meciera la cuna de nuestras inciertas esperanzas. Hasta el año que viene, hasta la próxima, se dicen unos a otros…qué van a decirse cuando los números no cuadran y los proyectos son simples sueños.