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Tanto, tanto ruido.
Terrible el ruido que nos llega desde la prensa, desde la radio, desde la televisión y los carteles.

Llevamos mucho tiempo, con demasiado ruido. Que desentona, que desencaja, que altera la vida normal de nosotros, los ciudadanos, que nos estamos preguntando si vivimos o no en el mismo mundo que los políticos, sea cual sea su color.

Aparte del ruido de las peleas, de las discusiones por temas que no son hoy ni imprescindibles ni básicos, nos altera otro ruido.

El ruido de las inauguraciones en cadena, los proyectos de obras futuras faraónicas, las promesas y promesas, los anuncios uno tras otro de mejoras, de nuevas infraestructuras, colegios, parques, jardines, nuevos teatros y derivados.

Y la gran pregunta es: ¿Quién va a pagarlo? Y, lo que es peor, ¿cómo vamos a mantenerlo?
En esta época, en la que se anuncian recortes de servicios y prestaciones imprescindibles, como la Sanidad, o la Educación, en que los recursos no bastan para satisfacer necesidades perentorias de los colectivos más desprotegidos, en los que la gran duda es si se podrán pagar las deudas acumuladas por los organismos públicos, seguimos comulgando con ruedas de molino, o lo intentan, al menos.

A la inmensa mayoría de ciudadanos nos importa poco el ochenta por ciento de lo nuevo que nos ofrecen. Pero nos encantaría poder mantener lo que tenemos: un estado digno de bienestar, cada día más amenazado por la inconsciencia de quien debería pensar muy bien lo que hace con nuestros dineros.

Piensen, señores políticos, piensen. No prometan más de lo que puedan dar. No ofrezca lo que no interesa a casi nadie, y va a costar demasiado a todos.

En estos momentos, el principal problema de la gente es mantener su trabajo, o encontrarlo de nuevo, para los miles de personas que lo han perdido. Y este cuerno de la abundancia con el que nos riegan a diario, con tanto ruido, desde los medios, solo sirve para que nos sintamos cada vez más distantes de ustedes, los políticos, más convencidos de que no encontraremos la solución si no cambian sus actitudes y su visión del mundo.
Hagan menos ruido, por favor. Es contraproducente. Y hagan suyo el lema que tan buen resultado ha dado siempre: "Ora et labora".

Porque así nos pareceremos más, ustedes y nosotros, los ciudadanos de a pie. Nosotros rezamos y trabajamos: rezamos, por la que nos ha caído encima, y lo que aún pueda caer, y porque nunca está de más tener a Dios de nuestro lado, y trabajamos, porque estamos convencidos de que solo el esfuerzo personal, constante, ilusionado, sin rendirnos, el esfuerzo de toda una sociedad civil entregada en cuerpo y alma a ello será lo que nos salve de esta difícil época que nos ha tocado vivir.

Ya saben: no hagan tanto ruido. Intentamos soñar con un futuro mejor, luchamos por conseguirlo, y todo este follón no nos deja concentrarnos.