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Entre la vorágine de la campaña electoral casi ha pasado desapercibida la presencia de los jueces de la Audiencia Provincial de Palma para juzgar en Ciutadella dos asuntos penales de la prehistoria. Uno de ellos, una pelea con navaja y lesiones, databa de la madrugada del uno de enero de 2005, es decir, una pendencia de la Nochevieja de 2004. El delito de entonces es atribuible al alcohol y a la conducta pendenciera de los contendientes, que equivocaron los deseos tópicos y dulces del feliz año nuevo con una celebración salida de tono y de cauce. El delito ahora es juzgar aquello después de tanto tiempo, a quien habría que condenar es al sistema judicial, tan lerdo que cualquier resolución que haya adoptado, aún siendo legalmente justa, a duras penas puede sacudirse la sensación de injusticia que tanta demora produce. Es un ejemplo flagrante de ese principio que dice que la justicia cuando llega tarde no es justicia. Seguramente, los propios juzgadores son conscientes de la dilación y los primeros en sentir vergüenza ante esa falta de agilidad y los perjuicios que ello ocasiona. Los 'indignez-vous' han recordado en sus proclamas asuntos más perentorios y terrenales derivados del mileurismo y la asfixia del gran capital, pero sin una justicia eficiente, no hay garantía de libertad, hay que añadirlo al manifiesto.