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Con el presente artículo dedicado a la escritora Carmen Martín Gaite(Salamanca,1925-Madrid,2000) completamos el proyecto, que nos habíamos trazado, de referirnos al trío de damas más representativo de la narrativa castellana de la segunda mitad del pasado siglo. La escritora salmantina fue parte integrante de aquel movimiento de jóvenes escritores que iban a dar un impulso renovador a la literatura de aquel tiempo en el que España era un país sumido en la pobreza y sometido a la dictadura franquista. Su afán por testimoniar los distintos perfiles de aquella mísera realidad que les tocó vivir, caracterizó el inicio de sus respectivas obras. Y así, el grupo formado por Alfonso Sastre, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Ignacio Aldecoa, Juan Goytisolo, Ana Mª Matute, Josefina Aldecoa y la propia Carme Martín Gaite, entre otros, reunidos en torno a la Revista Española, fue adquiriendo cada vez más prestigio e imponiendo, a la vez, un rigor moral en la narrativa de entonces.

Una de las principales características que definen su obra es su indiscutible versatilidad. En sus casi cincuenta años de dedicación entusiasta y apasionada a la literatura cultivó la narrativa, el ensayo y, en menor medida, la poesía y el teatro. Es también destacable su dedicación a la traducción( Gustave Flaubert, Emily Brontë, Virginia Wolf, Raine M Rilke,etc.) y a la crítica literaria.

Su primera obra fue un libro de relatos El balneario, con el que obtuvo el Premio Café de Gijón en 1954. En él aparecen los recuerdos de Salamanca y Orense, adonde la autora iba a veranear con su familia. Carmen se mueve con soltura en la descripción del mundo provinciano, rural y urbano, en el que impera el hastío, la rutina y la falta de horizontes. Ya en sus inicios se apuntan los temas que articulan su narrativa: la rebeldía de algunos personajes que no aceptan la monotonía y los convencionalismos de aquella sociedad.

En la línea del neorrealismo contemporáneo, su primera novela Entre visillos(1957), ganadora del Premio Nadal de este año, muestra una visión crítica del ambiente cerrado y asfixiante de la ciudad provinciana, reflejado en la vida de un grupo de jóvenes.

Sus personajes, inadaptados a un entorno hostil, rechazan la sociedad dominante y atacan sus bases por falsas y vacías. El protagonista de Ritmo lento(1963) es un buen ejemplo de esta actitud.

Durante un tiempo prolongado, Carmen interrumpió su creación narrativa para dedicarse a otra de sus grandes pasiones: la investigación histórica. Es el caso de Usos amorosos del siglo XVIII en España(1972), con el que se doctoró en la Universidad de Madrid.

Su regreso a la novela se produjo con Retahílas(1974), su aportación más interesante a la narrativa castellana contemporánea, en la que priman los aspectos introspectivos y de comunicación interpersonal.

A partir de entonces, su obra se centra ,preferentemente, en el análisis psicológico de las protagonistas-siempre mujeres-, quienes repasan sus vidas y se enfrentan a los fantasmas del pasado. Así ocurre en Fragmentos de interior(1976) o El cuarto de atrás(1978), en las que incluye retazos de su propia vida. Con esta última ganó el Premio Nacional de Literatura. En Nubosidad variable(1992), posiblemente su mejor novela, traza una semblanza de la vida de dos mujeres, unidas a través del placer de la escritura. En ella relata el proceso de reconstrucción de una amistad, gracias a la literatura, que se convierte en una alternativa ante unas vidas insatisfactorias. La gran lección que encierra es que la palabra y el lenguaje redimen y salvan a la persona humana de la soledad, la incomunicación y del demoledor paso del tiempo.

Casada con Rafael Sánchez Ferlosio, autor de la emblemática novela El Jarama y del que se separó, amistosamente, un tiempo después, su vida fue más bien desgraciada. Tuvo dos hijos que murieron a temprana edad: Miguel y Marta, a quien dedicó el cuento La reina de las nieves(1994), una recreación de la obra de Andersen, ambientada en Galicia. Con Lo raro es vivir(1997), una novela que trata de los sueños rotos, el dolor de la muerte y la búsqueda del amor, nos ofrece una apasionante meditación sobre la aventura de vivir. Su última obra Irse de casa(1998) es una novela coral, que muestra un magnífico retrato realista y tierno de la condición humana.

Mujer independiente, libre, franca y sincera, persiguió, siempre, en su ejercicio literario, la frescura, la credibilidad y la coherencia, cualidades que acompañó de un esmerado cuidado del lenguaje, consciente de la necesidad imperiosa de contar bien para que la literatura, que siempre es ficción, acabe siendo la auténtica revelación de la verdad ( "Yo soy una mentira que dice siempre la verdad", en palabras de Jean Cocteau). La muerte le sorprendió mientras se entregaba, con afán, a escribir la que sería su obra póstuma Los parentescos, que se publicó, inconclusa, un año después de su desaparición y en la que se muestra fiel a su peculiar mundo literario y a su inconfundible estilo narrativo, que la define como una de las plumas más sólidas y solventes de la literatura castellana contemporánea.