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La multitud de puntos luminosos que aparecen en el firmamento de una noche despejada son el rastro de estrellas, además de otros cuerpos celestes, que nos saludan desde el infinito. Muchas de ellas ya han desaparecido, pero su presencia en forma de luz todavía permanece escrita en la oscuridad que rodea nuestro planeta. A los internautas nos pasa algo parecido a estos astros: esfumarse del ciberespacio sin dejar huella no es tan fácil como parece. La lucha que se está librando, respaldada por la Comisión Europea, tiene un nombre: el derecho al olvido.

La Agencia Española de Protección de Datos explica claramente en su web (https://www.agpd.es) cuál es el problema al que nos enfrentamos. "En Internet, como en el mundo físico, nuestra actividad deja un rastro. Además de los datos personales que aportamos voluntariamente al darnos de alta en servicios como redes sociales, portales de contactos o de compra on-line, y de los datos personales propios que otros pueden publicar en sitios web sin nuestro conocimiento, nuestra navegación en Internet deja rastros que pueden identificarnos". En este sentido, la AEPD apunta que ningún ciudadano que no goce de la condición de personaje público ni sea objeto de un hecho de relevancia pública tiene que resignarse a que sus datos personales circulen en la red ("El País", 07/01/2011). Los dardos van dirigidos especialmente a las grandes compañías como Google, Yahoo, YouTube, Myspace o Facebook, entre otras. Las denuncias aumentan y entre los casos que nos podemos encontrar están la suplantación de identidad en una red social o peticiones incumplidas de retirada de datos y fotografías que los grandes motores de búsqueda almacenan para la eternidad. Y en ello se está, en regular el derecho de un usuario a que se elimine la información que haya caducado o cuando el cliente decida darse de baja. La línea que separa el interés público y privado es uno de los caballos de batalla. No hay que olvidar que, seamos usuarios o no de internet, parte de nuestra vida circula por la red (antecedentes, multas...).

En definitiva, todo se reduce a que se pueda borrar el pasado, porque como diría el tango "Olvido" al compás de la melancolía porteña: "A nadie importa quién soy yo, de dónde vengo...".