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El incendio de la planta de tratamiento de residuos voluminosos (TIV) de Caritas impactó ayer a muchas personas y entidades de la sociedad insular. No fue por la noticia de un suceso destacado, sino por quien era la víctima del siniestro. Era como si el esfuerzo discreto y cotidiano de Caritas Diocesana y de todos sus voluntarios hubiese sido iluminado por este fuego. Quizás la sociedad insular haya descubierto la labor imprescindible que esta entidad lleva a cabo, al cumplir con su compromiso evangélico de acompañar a las personas que más sufren. La planta TIV acoge a hombres y mujeres con riesgo de exclusión social, para que tengan su oportunidad de integrarse y de vivir de forma independiente en una sociedad llena de obstáculos. Es una de las actividades de Caritas de las muchas que ofrece y representa uno de los servicios que no puede desaparecer. El objetivo de gestionar una actividad económica con un objetivo social es uno de los ejes que centran la labor de la Iglesia en su misión de servicio a las personas. Por eso es tan importante que la planta no solo renazca de las cenizas, sino que sea lo que se merece, un centro pionero en una actividad relacionada con el medio ambiente, pero que sobre todo pretende preservar la especie más delicada, la persona.