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Para los niños los autos de choque suelen ser una "golosina". Conducirlos les hace sentirse mayores y les hace soñar con un mundo al que todavía no pertenecen.
La Plaza Gala Placidia, de Barcelona, está situada en el cruce de Vía Augusta con Travessera de Gràcia. Pasados cuarenta años, el lugar sigue manteniendo su espíritu de frontera divisoria entre la zona burguesa de Balmes / Francesc Macià (antes Calvo Sotelo, plaza construida por el arquitecto menorquín Nicolau Rubió en 1930 y donde aún subsiste el "Sandor" y sus magníficos Martinis) y la antigua villa de Gràcia. En un rincón de esta pequeña plaza limítrofe había un pequeño parque de atracciones (con autos de choque) que reunía a todos los niños de la zona.

Barcelona tiene zonas bien divididas. Las clases sociales están bien visibles. Según donde vivas demuestras pertenecer a una clase u otra. Si esto sucede en muchas ciudades, en Barcelona quizás se remarca la cosa.

Bajando por la citada Vía Augusta y pasada la Diagonal, se llega a Rambla de Catalunya una de las calles más hermosas y cosmopolitas de la ciudad. A finales del franquismo fueron los hijos de la burguesía catalana, buena parte de ella colaboradora ferviente de la dictadura (recordemos el ejemplo plástico de "La escopeta nacional" de Berlanga con un grandísimo José Sazatornil y Mónica Randall en los papeles de un matrimonio catalán pesetero), quienes impulsaron la lucha contra el sistema político que apoyaron sus padres.

A mitad de los setenta conocí a una chica de la burguesía catalana que era un ejemplo de ello. No le fue difícil convencerme para que asistiese a unas reuniones que se celebraban cerca del cruce de Rambla de Cataluña con, creo recordar, la calle Rosselló. Tenía dos buenas razones que un hombre no puede despreciar de buenas a primeras. Asistí con ella a varias reuniones de una célula (así se llamaba) del PSAN (Partit Socialista d' Alliberament Nacional - del Països Catalans). Los pocos asistentes eran en su mayoría burgueses de familias bien, (¡aquellos polos Lacoste!), que se dejaban dirigir por un par de locos fanatizados e iluminados.

Eran mis tiempos de suscripción a "Presència", revista catalanista del "rovell de l'ou" y fueron momentos de buscar respuestas a lo que podías intuir que te había escondido el franquismo.

Pronto me di cuenta de que aquellas reuniones, más allá de certificar el dicho de que dos tetas tiran más que dos carretas, eran una comida de coco monumental ya que, en el fondo, pretendían substituir una dictadura por otra. Franquismo por totalitarismo nacional-socialista. Lo que finalmente me sublevó fue que querían imponer en Baleares el catalán literario anulando nuestras modalidades lingüísticas. Su pretensión era igualar un territorio (que consideraban suyo) para formar una nueva nación bajo las conocidas premisas totalitarias de un territorio, una lengua, una nación. En el fondo planeaban lo mismo que lo que ahora están haciendo ya el PSM y sus similares contando siempre con la acomplejada colaboración amable e imprescindible (estúpida y vergonzosa) del PSOE y del PP de Cañellas y Matas. ¿Y Bauzá? Ya veremos.

El nacionalismo catalanista es igual o peor que el franquismo. No es un movimiento democrático ya que no defiende la libertad y la autonomía del individuo frente al Estado. Pretende imponer sus teorías doctrinarias a toda una sociedad para, bajo el fin de preservar la identidad, dirigirla hacía unos fines ideológicos totalitarios que anulan la libertad individual. Aspira a neutralizar a sus contrincantes. Si el autoritarismo franquista tenía sus características negativas, el totalitarismo nacionalista no se queda atrás.
Esa fue la razón por la cual surgió hace unos años en Barcelona el movimiento político de "Ciutadans de Catalunya". Aquel grupo de intelectuales que decidieron decir basta a la ficción social que se había impuesto en Barcelona significó un soplo de aire fresco en una sociedad carcomida por la ruina moral y el despilfarro nacionalista. El libro de Albert Boadella "Adiós Cataluña" explica muy bien los extremos a los que se ha llegado en aquella entrañable tierra donde la política se ha convertido en un negocio excluyente más. La succión institucionalizada en tierra de fenicios.

Al final de Rambla Cataluña, y pasada la plaza del mismo nombre donde ahora acampan los autodenominados indignados (¿no lo estamos todos?), se llega a Canaletas. Pero ¿cuándo llegaremos a las "canaletes" de la libertad del individuo?.