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Hablar de Jesús Fernández Santos (Madrid,1926-1988) es hacerlo de un personaje polifacético, cuya trayectoria profesional ofrece, sin duda, un recorrido muy atractivo e interesante.

Tras una infancia muy condicionada por la ausencia de su madre, quien había fallecido un año después del nacimiento de Jesús y que hizo de él un ser solitario, tímido e introvertido, y también por la guerra civil- otro niño de la guerra-, su ingreso en la facultad de Filosofía y Letras madrileña propició sus primeros contactos con la literatura y con los compañeros Ignacio y Josefina Aldecoa, Sánchez Ferlosio y Carmen Martín Gaite, con quienes trabaría una profunda amistad. Sus múltiples inquietudes le llevaron, sin embargo, a interrumpir dichos estudios para dar rienda suelta a su gran interés por el teatro. Con la colaboración de Alfonso Sastre dirigió el Teatro Experimental Universitario, con la representación, por primera vez en España, de obras de Tennessee Williams, Strindberg y Claudel, con la intención de renovar el teatro desde una dimensión vanguardista y europea. Como actor, participó también en el Teatro Nacional de Cámara. Posteriormente, movido por su afición al cine, se matriculó en la Escuela Oficial de Cine, donde coincidió con Carlos Saura y Julio Diamante, entre otros. Obtuvo el título de realizador y, desde entonces, el cine se convirtió en su segunda profesión, que compaginó con su dedicación a la literatura. Como cineasta sólo realizó un largometraje Llegar a más, que tuvo una escasa repercusión en los círculos cinematográficos. Quizás por esta experiencia negativa, encaminó todos sus esfuerzos a la realización de cortometrajes, especialmente los referidos a la Historia y al Arte.

Llevó a cabo un centenar de documentales, de los que destacamos La España de 1800.Un ensayo cinematográfico sobre Goya y su tiempo.Posteriormente inició una larga y estrecha colaboración con Televisión Española, fruto de la cual fueron series como La Víspera de nuestro tiempo, Los Libros, Aprender a ver y Cuentos y Leyendas, sin duda recordadas y añoradas por quienes ya peinamos canas o lucimos espléndidas calvas. Es también remarcable su dedicación a la crítica cinematográfica, que ejerció en el periódico El País, a finales de la década de los setenta.De muy joven fue un habitual de las tertulias literarias del Café Gijón, integrado en el grupo de los jóvenes escritores que, en los años cincuenta, intentaban incorporar la problemática social en la narrativa castellana, y a los que ya nos hemos referido en artículos anteriores. Autor de una amplia obra (once novelas, diez libros de cuentos y centenares de artículos), Jesús es un buen novelista y excelente escritor de cuentos. Sus inicios literarios se centran en el testimonio social, influido por el neorrealismo italiano, un realismo de clara intencionalidad crítica en oposición a la narrativa triunfalista y sectaria de los vencedores de la guerra. Es notable su atención a lo cotidiano, a las vidas y situaciones que, por su apariencia rutinaria, no merecerían ningún interés por parte de escritores o lectores. En su primera novela Los bravos(1954) Jesús parte de los postulados estéticos e ideológicos del realismo social y fue el modelo de la posterior novela testimonial y de crítica social en la España franquista. Al igual que En la hoguera(1956) o su bellísimo cuento Cabeza rapada(1958), que inaugura su serie de relatos breves, muestra a unos seres del mundo rural, enfrentados a la dura tarea de sobrevivir en medios hostiles, resistiendo al caciquismo, combatiendo la desidia de sus vecinos o encarando, con gran dignidad, la soledad y la pobreza que arruina sus vidas.

Agotada la época del realismo objetivo, Jesús dio un giro en su producción, orientando su obra hacia un mayor intimismo, reforzado por técnicas narrativas de tipo subjetivista y que se hace visible en su Libro de la memoria de las cosas(1971), galardonada con el Premio Nadal, en la que analiza la crisis del sentimiento religioso, o también en Paraíso encerrado(1973), que da nombre a otro conjunto de cuentos. Su inquietud por el pasado histórico le impulsó a indagar la vida religiosa en tiempos de Felipe II, nos referimos a su novela Extramuros(1979). Concebida y redactada, originalmente, como guión para una supuesta película, en ella Jesús vuelve los ojos a la España contrarreformista para narrar un tema escabroso: el amor sublimado entre dos monjas, sujetas a la disciplina del convento. La obra con la que ganó el Premio Nacional de Literatura inauguró, con éxito, la nueva etapa de la narración histórica, de la que participan también las novelas Cabrera(1981),ambientada en la guerra de la Independencia española, Jaque a la dama(1982), ganadora del Premio Planeta de este mismo año, en la que nos muestra el itinerario íntimo de una mujer desde las ilusiones de la adolescencia hasta la soledad final y Los jinetes del alba(1984), una violenta historia de amor y muerte cuya crudeza alcanza niveles naturalistas más propios del tremendismo. Extramuros fue llevada al cine, en 1985, dirigida por Miguel Picazo y Los jinetes del alba a la televisión, en 1.990, bajo la dirección de Vicente Aranda.La obra de Jesús Fernández, además, destaca por sus excelentes cualidades formales: alta calidad técnica, claridad narrativa y un uso riguroso del lenguaje. En su prosa late ese poder de captación de la imagen que él aprendió al mirar la vida tras el objetivo de su cámara.Su natural modesto y tímido y su carácter adusto y circunspecto configuraron su personalidad, propensa a la ironía y el escepticismo. Víctima de una cruel enfermedad, murió a los 61 años, cuando en su mente albergaba aún varios proyectos que, desgraciadamente, quedarían sin efecto.