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Una venerable tradición identifica en el Relicario de los Reyes de la Corona de Aragón la copa que utilizó el Señor en la Última Cena para instituir el sacramento de la Eucaristía.

La Catedral de Valencia, depositaria de ese Relicario, guarda esa tradición con cuidado y reverencia. Y en la mejor de las capillas de la Catedral Valentina se conserva, expuesta a la veneración de los fieles, la reliquia del Santo Cáliz, objeto de una atención creciente por parte de estudiosos, especialistas, arqueólogos y peregrinos.

La reliquia del Santo Cáliz es signo de identidad para Valencia y para la antigua Corona de Aragón. Nos habla de uno de los momentos más relevantes de la vida de Cristo, porque la Última Cena expresa realmente la misericordia de Dios, derramada en el mundo por la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

La reliquia del Santo Cáliz manifiesta así el amor de Dios que se dirige a nuestro corazón.

No puede extrañar por tanto que el Cardenal García-Gasco, en una de sus visitas a Menorca, quisiera dejar con este gesto de afecto, un mensaje evangelizador, cargado de significado para todos los menorquines.

La reliquia del Santo Cáliz nos invita a que cada uno mire en el interior de su propio corazón. Nos hace recordar todo el amor que el corazón es capaz de recibir, y todo el amor que es capaz de ofrecer. Al fin y al cabo, hemos sido creados para amar.

"Les coses importants es fan de cor". Este es el lema del cartel anunciador de la Solemnidad del Corpus Christi, Día de la Caridad.

Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados para conocer al Dios del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para encontrar nuestra plena realización en ese amor divino que no conoce principio ni fin.

Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida.

Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.

Hemos sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor. Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse fácilmente por el egoísmo, la envidia y el orgullo.

La Beata Teresade Calcuta, la gran misionera de la Caridad, nos recordó que dar amor, amor puro y generoso, es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda, la ayuda que viene de Cristo, de la oración y de la sabiduría que se encuentra en su palabra, y de la gracia que Él nos otorga en los sacramentos de su Iglesia. De modo particular esta es la ayuda que recibimos en la Eucaristía.

De esa ayuda nos habla la réplica del Santo Cáliz que recibe la Catedral de Menorca. Cada vez que se celebre la Eucaristía con este cáliz se harán presentes estas intenciones ante Dios, a favor de todos los menorquines.