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Ya tenemos de nuevo instaurada la velocidad de los 120 km/h. Pocos meses a 110 y como ahora "los precios" han mejorado, volvemos a las andadas. Qué poco nos duran las decisiones, no sé si por haberse tomado precipitadamente, por innecesarias o por ocultos intereses solo al alcance de unos pocos, pero la cuestión es que nos pasamos media vida rectificando y la otra media con la intriga de cuáles van a ser los resultados. Me preocupan los experimentos de laboratorio en los que se nos toman por cobayas inyectándonos una doble dosis de mal fundadas esperanzas y me preocupan no solo por sentirme títere del sistema, sino por los altos costes de las pruebas. Porque si bajar la velocidad a 110 es cierto que ha representado un ahorro económico y además ha influido a la baja en el número de accidentes, por qué diablos no seguimos como estábamos, seguimos ahorrando y llenando la arquita de este nuestro maltrecho país, que buena falta nos hace, vamos, como el cambio de horario que se nos aplicará en breve. Y ante tanta incertidumbre, preguntas y respuestas en el aire y páginas de intriga al más clásico estilo de "novela negra", estuve a punto de llamar al detective Colombo para que me echara una mano, él que todo lo sospechaba y todo lo solucionaba, pero, qué mala suerte, falleció hace unos días, o sea que nada, a seguir.