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Tal y como ya sucediera el año anterior, este diario inicia hoy la publicación de una colección de relatos breves de Juan Luis Hernández Gomila que, bajo el título genérico de "¡UF!", aparecerán los martes en estas mismas páginas. Su sección de opinión habitual "Conversaciones con Roig" se toma así, hasta mediados de septiembre, unas vacaciones que, de seguro, agradecerá su principal protagonista, Roig…

Sus vacaciones habrían resultado perfectas –pensó-, realmente perfectas, si no hubiera sido por aquel pequeño incidente del tren en el que se vio involucrado; si no hubiera sido por aquel cadáver molesto e inoportuno que sajó su penúltimo día de asueto; si no hubiera sido –se lo repetía hasta la saciedad- por aquel brutal asesinato que ensombreció ese precioso mes en el que había recorrido medio mundo… ¡Incluso había ligado, tras largos meses de abstinencia impuesta por su calvicie, edad, barriga y escasez de recursos! No obstante –se dijo- el balance había sido altamente positivo. Fiel al lema de que evocar era volver a vivir, rememoró aquel agosto frenético ya instalado en su mesa de oficina de burócrata indignado, mientras septiembre, metido a lluvia, le recordaba, más allá de los cristales, que el chollo había concluido. Y en su evocación comenzó, ¡natural! , por el principio. ¿Cómo había comenzado todo? Sí, sí, con su providencial entrada en aquella extraña agencia de viajes por la que, curiosamente, poca gente transitaba. Le habían ofrecido viajes de toda índole por precios inconfesables, casi ridículos: la vuelta al mundo, Estados Unidos, Canadá, Italia… La dependienta era poco agraciada, eso sí, pero su argumentación y eficacia inauditos en un país mediterráneo como el nuestro. Sin apenas meditarlo, optó por tres recorridos: uno tendría por escenario Londres, el segundo Egipto y el tercero (increíble) estribaría en un viaje de seis días en aquel emblemático tren. Saldría en el "Oriente Express" de Estambul y finalizaría su trayecto en París, tras pasar por Bucarest y Budapest. Y de París a Llucmaçanes, al hogar, al dulce hogar… Ese había sido el primer paso, sí: la agencia… Y luego, el inicio de aquel sueño largamente acariciado. ¡UF! Una "canita" al aire en Londres, otra surcando las aguas del Nilo, una tercera en el "Majestic" de El Cairo… Un "martini" por aquí, un vodka (el gin tendría que esperar en Llucmaçanes), por ahí…¡UF! Había sido feliz. Muy feliz. Pero -continuó con su evocación- el paroxismo de esa felicidad había llegado con su subida al Orient Express. Seis días de ensueño que quedaron reducidos a cuatro por aquel cruel asesinato que se produjo en uno de los compartimentos del tren… Interrogatorios, requisitos burocráticos, etc… Sin embargo -recapacitó- así tendría algo que contar a su vuelta, aunque difícilmente iban a creerle sus aborregados compañeros de oficina. Eso -lo del cadáver- y lo de la noche romántica con aquella jovencita aristócrata de nombre impronunciable… ¡Qué gozada de mes! ¡Qué gozada de agosto! ¡UF! ¡Y todo gratis! Y es que, a fin de cuentas, una buena biblioteca siempre había sido una excelente agencia de viajes y la lectura la mejor manera de viajar en verano, desde la placidez del propio hogar y la inmejorable compañía de la imaginación…