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Mal, muy mal andamos o mejor dicho, muy mal circulamos. A los domingueros invernales, esos conductores que sacan sus coches los domingos para que les de el sol como si estuvieran reumáticos, se juntan en estos meses veraniegos, los llegados de fuera. A mi los que más miedo me dan son los de más lejos, los extranjeros que, al lanzarse a las carreteras parece como si las señales de tráfico fueran diferentes a las de su país. Vale, acepto como animal de compañía al pulpo si me dicen ustedes que están en tierra extraña, las costumbres, el clima, las comilonas, las quemadas playeras, etc, pero no las carreteras. No son muchos, sólo unos pocos, pero si tienes la mala suerte de toparte con alguno, que Dios te coja confesado. Para ellos no existen los carriles de velocidad lenta ni intermitentes que valga, allá voy yo que esta Isla es pan comido!. No se ustedes pero yo, en julio y agosto multiplico por dos las distancias de seguridad entre vehículo, prefiero pasarme en el margen que quedarme angustiosamente corto. Si es usted nativo de esta isla y debe desplazarse, entérese antes de los horarios de nuestros visitantes y salga cuando estén comiendo o en la playa. Las coincidencia más que odiosas, en estos casos, pueden resultar hasta peligrosas. ¡Clotellada a las conducciones irresponsables!