El baile del verano

Al amigo lector le recomiendo que estos días, en los que abundan turistas al volante y otros más autóctonos, se deje llevar por la escena: Un coche con una pegatina de alquiler delatora cometiendo una infracción a propósito o sin propósito, qué más da, el caso es que la lía parda. Circula contra dirección, está mal aparcado, sin ticket, el Fernando Alonso de turno hablando por el móvil... Lo que sea. Hasta que se encuentra con la autoridad pertinente que le da 'el alto'.

Es entonces cuando, sin que suene melodía alguna, el proscrito se arranca con la coreografía del verano. Mirada furtiva, que equivale a '¿me habrá visto?'. Movimiento con la cabeza negando que haya cometido infracción alguna o jurando que lo hizo sin querer queriendo. Aquí el agente ya tiene calado al malo de la película y le dice que 'na nai' y que 'pase usted por caja'. El conductor, que es una raza que siempre cree tener la razón, mueve los brazos como recriminándole algo al sherif. Prosigue el baile. El cabreo da paso a la resignación, previo flirteo con la incredibilidad ('¿Qué me está diciendo, señor agente?').

A estas alturas ya tenemos nuevo rey de la pista. El piloto se resigna, pone cara de no hay nada que hacer, va de aquí a allá, pasea sin rumbo mientras el agente le receta 'tropecientos' euros "que serán la mitad si se paga en este plazo". El conductor, que se las sabe todas menos una, intenta negociar pero es en vano, 'qui la fa la paga' y se convierte en una nueva víctima del baile del verano.
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