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Pacen despreocupadamente llueva o haga sol, tan ajenas a las polémicas como a la canción infantil que inspiraron. Yo hablo poco con las vacas, llámenme antipática, pero la última vez que lo hice me enteré de cosas muy interesantes. La primera es que no tienen ni idea de quien es Tuni Allès, Nel Martí o Biel Company, pero ni idea ni idea, oyen sus nombres como quien oye llover. La segunda es que desconocen qué es el Proagro, también ni idea ni idea. La tercera, que no siguen muy de cerca la situación concursal de Quesería Menorquina o los esfuerzos que Coinga realiza para diversificar su producción. Finalmente, mis vacas preferidas 'pasan' bastante del Contrato Agrario de Reserva de Biosfera, el famoso CARB. Que lo suyo es dar leche y carne -me cuentan- y que puestas en contacto con ovejas, gallinas, caballos, de raza menorquina o no, y con productos hortofrutícolas varios, se encuentran con idéntico desconocimiento. Esta circunstancia me permite aventurar que el sector agrario va mucho más allá que las trifulcas políticas. O mucho menos, según se mire. Y que en cualquier caso, en nada ayuda al campo menorquín la polémica constante sobre su supervivencia y que ésta se convierta en arma arrojadiza. Palabra de vaca lechera cualquiera.