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En 1938 la Wehrmacht, el ejército nazi, atravesó la frontera austríaca y anexionó este país a la Alemania hitleriana como si de una provincia más se tratase. A este hecho se le conoce históricamente como el "Anschluss" (anexión, en alemán) y fue el primer eslabón que condujo posteriormente a la segunda guerra mundial.

Todos los movimientos totalitarios han pretendido expandirse siempre más allá de sus fronteras naturales, de sus límites geográficos. Es la exigencia de su dogma ideológico, su fundamento existencial. Su naturaleza mesiánica.

No solo existen los totalitarismos políticos también existen los totalitarismos culturales que, en el fondo y naturalmente, también auspician intereses políticos finalistas bien definidos.

La anulación cultural de unas determinadas peculiaridades (nuestros dialectos) que forman la personalidad de nuestras Islas Baleares (y que nos distinguen y nos personalizan) es el primer paso para proceder a su absorción, a su anexión, para diluirlas dentro de otra realidad cultural que aunque pudiera estar cercana a nosotros, no es igual. Anexionar es querer suplantar esa personalidad histórica bien definida por una conveniencia cultural ideológica, en este caso, del nacionalismo catalán. Anular la personalidad de un territorio concreto suplantándola por una ficción alejada de la vida diaria del territorio absorbido es una nueva forma de conquista imperialista.

Eso lo estamos viendo claramente aquí donde el movimiento pancatalanista hace ya muchos años que maniobra para anular la personalidad individual de cada una de nuestras islas con el fin de que, unificándolas en su habla y en su escritura (es decir anulando nuestras características propias) sean absorbidas (anexionadas) a través del dogma de la imposición de la lengua catalana standard con el fin soñado de poder formar la Gran Cataluña. Pura política.

Hasta el advenimiento de la democracia todos sabíamos que en Mallorca se hablaba mallorquín, en Valencia valenciano, en Cataluña catalán y en Menorca menorquín. Nadie dudaba (por evidente) de que existían diferencias bien definidas entre cada una de estas hablas aunque todas ellas pudiesen proceder de un mismo tronco común, el histórico llemosí.

Todas esas hablas particulares se habían mantenido y preservado a través de los siglos y durante la dictadura franquista. Ahora, paradójicamente y en plena democracia y en lo que muchos creemos un premeditado y permitido genocidio cultural, están en peligro de extinción.

La anunciada intención del nuevo Govern Balear de editar un libro de estilo de las modalidades lingüísticas baleares ha puesto de los nervios a los unificadores pancatalanistas que aborrecen mantener cualquier respeto a "lo nuestro" con el fin de imponer sus criterios imperialistas.

La historia de cada territorio ha ido moldeando nuestra habla particular al asumir y asentar como propias las incorporaciones que esa misma historia incorporó a su vía natural de comunicación. Menorca quizás sea el territorio que haya venido sumando más especificidades dado su conocido pasado colonial. No permitir preservar lo que siempre ha sido característica de nuestra isla es consolidar una política anti menorquinista.

Bien está que los queridos catalanes, unos de nuestros "primos" culturales, preserven y amen su entrañable idioma pero bien estaría que a nosotros se nos respetasen también nuestras características propias que deben ser enseñadas en nuestros colegios si no queremos permitir que lo que siempre hemos denominado como "menorquín" desaparezca en la próxima generación.

En lugar de defender exclusivamente "la" unidad de la lengua (¿no os suena a totalitarismo?) los políticos menorquines deberían defender nuestra seña de identidad primera: nuestro "menorquín". Para ello ya existen gramáticas que cualquier departamento de cultura balear debería de poner al día y reeditar para que nuestros hijos las pudiesen estudiar en nuestros colegios. Esa es la mejor forma de luchar contra el nuevo "anschluss" que nos acecha.