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Hace cuatro años, el 30 de noviembre de 2007, fiesta del apóstol san Andrés, Benedicto XVI publicaba su segunda carta encíclica, Spe salvi. Con ella quería difundir por todo el orbe de la tierra un mensaje de confianza basado en la virtud de la esperanza, un don de Dios que es de mucha importancia y de gran necesidad para el mundo. Ahora, cuatro años después, el Vicario de Cristo viene a España con motivo de la "Jornada Mundial de la Juventud".

Esta visita que se realiza en unas circunstancias en que todo el mundo está como envuelto en una bruma de inquietudes, sin duda que despertará en muchos corazones una esperanzada visión de confianza en el amor que brota del corazón de Cristo, y esto afectará especialmente a los jóvenes que han de levantar su vista hacia aquel del que santa Teresa de Ávila decía que es "el amigo que nunca falla".

Una de las características más significativas de esta convocatoria mundial hecha a los jóvenes, será el acto que se ha designado como "Consagración de los jóvenes de todo el mundo al Sagrado Corazón de Jesús". Esta consagración de la juventud se efectuará en la Vigilia Eucarística del 20 de agosto y será Benedicto XVI, pontífice venerable ya por su ancianidad, pero cuyo espíritu está tan lleno de lucidez y de un arraigado amor a los jóvenes del mundo entero, quien expresará los profundos sentimientos que implica esa consagración al corazón del Redentor del mundo. Tiene un especial simbolismo el que este acto de carácter universal se efectúe en Madrid, en donde, hace ya más de noventa años, se llevó a cabo la consagración nacional al Sagrado Corazón y se levantó la imagen monumental de Cristo en el Cerro de los Ángeles, donde, como en muchos otros lugares de España, se selló este compromiso de fe con el supremo testimonio de muchos mártires, semilla siempre colmada de esperanza.

Benedicto XVI, respecto de la espiritualidad que subyace en la devoción al Corazón de Cristo, ha dicho: "Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el corazón humano de Jesús, el Nazareno" (Alocución del Angelus del 1 de junio de 2008).

En la catequesis que se ha preparado a fin de dar a conocer a los jóvenes las raíces de esta espiritualidad del Sagrado Corazón, partiendo de sus fundamentos bíblicos en que esta devoción se sustenta, como es el pasaje evangélico del corazón de Cristo abierto en el Calvario por una lanzada, y del que brotó sangre y agua, se hace memoria de otras manifestaciones de carácter místico que a través de los siglos se han producido, como es el del mensaje de Jesús trasmitido por santa Margarita María (+1690): "He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres". Recuerdo que en el año 2008 en una peregrinación menorquina pasamos por el santuario de Paray-le-Monial, en Francia, donde se realizaron estas apariciones a dicha religiosa, y pudimos observar cuán viva estaba la fe en ese pueblo donde asistimos a la misa dominical participada con piedad y fervor por los vecinos de esa pequeña ciudad francesa.

Otra manifestación similar es la llamada de "La Divina Misericordia" que se vincula con la monja polaca santa Faustina Kowalska (+1938), y que se ha extendido por todo el mundo gracias al beato Juan Pablo II que estableció que se celebrara la fiesta de la Divina Misericordia el domingo de la octava de Pascua. El lienzo característico de esta devoción presenta la figura de Jesús con el gesto de dirigirse a quien le contempla con una bondadosa expresión propia del que habla a personas amadas, y de cuyo pecho brotan dos haces de rayos, uno blanco y otro rojizo, como símbolos de la gracia del bautismo y de la eucaristía. A algunos les ha parecido esta imagen un tanto extraña y de poco arraigo en la tradición artística. Pero no es del todo novedosa esta simbología, ya que a modo de ejemplo, puedo constatar que en un icono de la Transfiguración de procedencia valaca, existente en el Museo Nacional de Arte de Bucarest, la figura de Cristo está enmarcada sobre halo de rayos rojos y de debajo de sus pies brotan unas regueros azulados de agua vivificante.

¡Ojalá que sepamos entender estos simbolismos y sobre todo vivir intensamente estos acontecimientos de gracia, como es esta Jornada Mundial de la Juventud que se va a celebrar en Madrid. Sabemos que, en efecto, en anteriores jornadas se han producido interesantes mociones espirituales, como el caso de un diácono de Toledo que pronto será ordenado sacerdote y que, según refiere él mismo, impulsado por la invitación de sus padres "acepté sólo por estar fuera de casa durante quince días" asistir a una de estas jornadas mundiales de juventud, y añade: "cuando llegamos al lugar adjudicado a los peregrinos de la diócesis de Toledo, recibí la llamada del Señor a seguirle en el sacerdocio por medio de un diácono. Conforme pasaba la jornada mi corazón deseaba sólo estar con Jesucristo. En la misa de clausura me rendí al ver al Papa. Cuando recibí la comunión rompí a llorar. Era profundamente amado, libre de ataduras. Deseaba seguir a Cristo siendo sacerdote" (Alfa y Omega, 4-agosto-2011).