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No escojas sólo una parte, tómame como me doy, / entero y tal como soy, no vayas a equivocarte. /Soy sinceramente tuyo pero no quiero, mi amor, / ir por tu vida de visita, vestido para la ocasión./ Preferiría con el tiempo reconocerme sin rubor. / Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón / escondida en cada gesto. / Del derecho y del revés uno sólo es lo que es y anda / siempre con lo puesto. / Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio…."
"Sinceramente tuyo",

J. M. Serrat


Cuando en Caritas me dieron la oportunidad de hacer una sustitución como Animadora de Voluntariado, debo confesar que sentí una emoción increíble, estaba tan contenta que creí que el corazón se me iba a salir del pecho. En mi país de origen (Argentina) fui voluntaria durante muchos años, y desde que llegué a Menorca, hace poco más de tres años, también.

Si bien contaba con la experiencia de ser voluntaria, muchas preguntas, reflejo de otros tantos temores, habían surgido en mi interior. La primera y más importante pregunta que me hice fue: ¿qué significaba para mi ser animadora de voluntariado? y basándome en mi experiencia como voluntaria llegué a la conclusión de que ser animadora tiene mucho de nosotros mismos, animar no es sólo hacer (llevar a cabo las acciones) y saber hacer (emplear mis capacidades y conocimientos), es también y fundamentalmente ser, poner a disposición mi dimensión física, intelectual, emocional y trascendental.

Como personas somos un todo, lo que sentimos tiene que ver con lo que pensamos y en cómo actuamos, y eso nos hace sentir de una determinada manera. Ser animadora me llevó a ser consciente de que el ser humano es así de maravillosamente complejo, y de que cuando estamos y trabajamos con personas, lo hacemos acompañados de ese todo, con sus alegrías y tristezas, con sus ilusiones y frustraciones…, como podemos estarlo nosotros mismos.

Agradezco enormemente a Caritas que me dieran la feliz iniciativa y oportunidad de conocer y compartir mi ser con los diferentes voluntarios de las parroquias y de los programas de Caritas Diocesana. Proyectos, como por ejemplo, la acogida y asistencia en las parroquias, la visita a enfermos, el acompañamiento en la casa de acogida, el refuerzo escolar, el apoyo en los centros abiertos, la animación en el geriátrico, los talleres de bolsas recicladas, las tareas como dependiente en las tiendas solidarias de "Mà a Mà" y de comercio justo, los distintos talleres de integración para adultos, servicios impartidos por personas altruistas, voluntarios de vocación que donan su tiempo.

La segunda gran pregunta que me hacía era: ¿De qué manera puedo acompañar a los voluntarios? ¿Cómo pueden sentirse realmente acompañados? Por mi parte, acompañar tiene que ver fundamentalmente con poner de mi misma, estar abierta al crecimiento en la relación con las personas voluntarias. Ello, ha requerido comprometerme en esa relación, con mi tiempo, asumiendo responsabilidades, pero lo más importante, poniéndole Corazón, poniéndole Amor, por que no hay nada más auténtico y revolucionario que lo que nace del amor. Estar a disposición de amar implicó reconocerlos y aceptarlos frágiles, sólo así pude colocarme a la altura del otro y acompañarlos en el camino de la acción voluntaria, un camino en el que la propia persona está en juego. Y, para que fuera posible, se necesitaba ir más allá de los objetivos del proyecto en cuestión; en este aspecto, son asuntos fundamentales, desarrollar las propias metas personales, y sobre todo, la apuesta firme, día a día, de que el mundo puede ser mejor y más justo.

Creer, en la sociedad en que vivimos, implica mucho valor y merece mucho respeto porque no es nada fácil… De ahí que mi papel y mi experiencia como animadora de voluntariado me llevaron a saborear que las personas voluntarias forman parte de ese proyecto de metas comunes, con sus debilidades y fortalezas, y que yo, animadora, me hice acompañante, y he asumido mi propia realidad, igualmente de luces y sombras. Confirmé que lo gratificante está en el amor, en el servicio mismo que brindamos.

Confirmé tener la dicha según las bienaventuranzas de poder compartir un espacio para mirar al otro, acoger al otro, sentir con el otro, reír con el otro. Y ofrecerle, aunque sólo sea la seguridad de que no está solo, de que alguien le acompaña.
Agradezco tener la dicha de ofrecer lo que está en mi mano, que sostiene y acompaña, y que hay más alegría en dar que en recibir; y eso me hace inmensamente feliz.
Quien comparte mi mismo pensar es María Antonia Llambias que también es animadora y voluntaria desde hace años en Caritas. Afirma que ser animadora es dar una parte de ti para mejorar las situaciones injustas que vivimos en nuestra sociedad. Dar vida para que todos tengamos vida es una cuestión de amor.

Acompañar al voluntario desde la animación es caminar al lado de todas esas personas (voluntarias) que dan una parte de si mismos para restaurar vidas, situaciones, facilitando herramientas organizativas, aportando pautas y formaciones para que las acciones se lleven a cabo con dignidad y con el reconocimiento de las personas atendidas, en una relación de igualdad.

El trabajo de animación del voluntariado es una experiencia increíble, de acompañamiento y cercanía con los voluntarios, que nos enriquece, nos hace más grandes, donde lo más importante es el amor a los hermanos. Jesús nos dijo: "lo que hagáis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis"...