Observen una bella imagen irrepetibel de baixamar (archivo M. Caules) - Archivo Margarita Caules

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Con el silencio de la noche, es frecuente escuchar voces vecinales. Comentarios de unos y otros, cosas que ni nos van, ni nos vienen, pero que el viento lleva de un lugar a otro, repartiendo frases según sople de aquí o de allá. Así fue, bajo el porche de la finca, nos enteramos de que llegaba el Santo Padre. Primero, creímos venía a Menorca, más tarde nos enteramos que iba a Madrid. Ja t'ho deia jo, que no podia ser que vingués aquí.

Nos llamó la atención el griterío de las nietas de l'amo en Bep, a su padre, repitiendo…papá…papá… que viene el Papa, pidiéndole por favor las dejara viajar con un grupo de menorquines hacia Madrid, para dar la bienvenida a la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Ignoramos si se les concedió permiso. Mañana, Dios mediante, al bajar las verduras y hortalizas junto las jarras de leche a la tienda de na Cadireta Coixa, nos enteraremos de cómo finalizó la cosa.

Ello nos dio pie a que hoy podamos escribir una xarradeta, extraída de cuantos nos encontrábamos cenando felizmente, saboreando el perol de berenjenas que preparó com ningú nuestra compañera n'Aguedet, tras un plato de oli-aigo y sabrosos higos recogidos en casa de Gian Luca y Ana.

El fielatero recalcó, a la vez que recomendó que quien debería desplazarse a la capital, debía ser Juan Gomila. Hubo algunos rumores por parte de los comensales. Efectivamente subrayó: Todos sabemos que no es joven, que está jubilado, y como abuelo que es, propongo, debería viajar a Madrid. Nuestro apreciado amigo Juan Gomila, personaje importante del pueblecito ribereño de Na Macaret, es el menorquín idóneo para preparar una de sus paellas marineras, para agasajar al Papa. Seguro que ni en Valencia las comió mejores, lamentando los protocolos tan estrictos, de lo contrario se chuparía los dedos. Y si para postre, Marola, le servía una tarta de almendras, estamos convencidas que les daría la bendición papal, sin solicitud alguna, por algo el matrimonio Gomila Mercadal regentó varias décadas el restaurante Pizza World del Andén de Poniente mahonés. Cuando aún quedaba un pequeño resquicio de lo que había sido con anterioridad nuestro Baixamar. Mesón a pocos metros del edificio de Hacienda, recibía con gusto y placer sirviendo a su público como nadie, como si fueran de la familia, transeúntes que iban en busca de nuestra cocina tradicional. Si bien su rótulo habla de pizzería, ellos supieron convertir en acreditado restaurante. Empezaban de buena mañana, preparando cafés y naranjadas, bocadillos de tortillas a la francesa, llenando panecillos con queso de Mahón, camot, sobrasada menorquina que nada tiene que envidiar a la mallorquina, para muchos expertos llegados de ultramar, aseguran que aquí no le hemos sabido dar la fama que se merece la nuestra, deu vegades millor.

Añadió Praxèdies que fue una lástima, a la vez que vergonzoso, que las autoridades competentes, permitieran cerrar en frente del lugar referido. Esta especie de vallaje en forma de parque temático, pretendiendo formar la segunda muralla china por lo de Maó, privando lo que debería ser un párking gratuito que buena falta nos hace. Antes los coches paraban y sus ocupantes tenían la posibilidad de distribuirse en los diferentes bares, cafeterías, restaurantes comercios abiertos al público, en beneficio no tan solo del Andén de Poniente, a modo de paseo recorrían todo el Levante.

El dichoso vallaje, antiestético, antiturístico ha prohibido que los turistas y no turistas dejaran de hacerlo. Cercado de caramulls de trastos de una naviera o agencia o llámenle lo que a ustedes más les apetezca. El caso de la cuestión es que hoy por hoy no apetece sentarse como antaño, en la acera que conduce desde Hacienda a la cuesta del General. La susodicha parcela cerrada al público y viandantes te aleja de la orilla del mar. Es curioso, ni en la mayor ni en la menor de las Balears, se ha destrozado tanto el puerto como aquí. Y pensar que siempre se dijo que era el más hermoso y acogedor del Mediterráneo. Atrás, quedan aquellos tiempos, días de vino y rosas, entre unos y otros lo han desfigurado.

Nina iba escuchando, nada decía, estaba callada, fue muy oportuna al preguntar ¿por qué se erigió el gran caserón de la Estación Marítima casi siempre cerrada? ¿Acaso no tenían suficiente con los dos tinglados inaugurados en 1960? Y a partir de ahora mucho más que parece ser que el movimiento naviero va a dirigirse as cap de ponent. Trasatlánticos, a fin de cuentas los grandes buques y los trasatlánticos dejaran de amarrar en nuestro puerto para hacerlo en el de Ciutadella. Algo incomprensible. En esta ocasión el boquerón se ha tragado al tiburón.

Todas estas cosas se podrían comentar con el Papa, él que es amigo de la juventud, él que tanto se preocupa por su porvenir, habla de su convivencia cristiana, cristiano ha de ser su proceder y su modo de vida. ¿Ah… Santo Padre, no se olvide de decir a quien corresponda que el cierre del tramo del puerto, al que nos referimos más arriba, es un pecado mortal y que sus responsables aniran a l'infern. Todos cuantos intentamos saber de sus costumbres, no ignoramos que por haber nacido entre montañas, es un amante del alpinismo, y debe ser un acérrimo defensor de lo que ello conlleva. En estos momentos le diríamos al Santo Padre que los mahoneses, vinimos al mundo oliendo a mar y su peculiar aroma de humedad, precisando, de poder regresar a nuestros antiguos hábitos, pescar en la orilla, nadar, poder disponer de una barquichuela, podernos sentar en las terrazas y que nada ni nadie nos entorpezca la vista, con miras al mar y a la otra orilla, con su base naval, las casetas de la ladera norte, pero no con multitud de containers, camiones frigoríficos….

El mayoral, unas veces dictatorial y otras algo soñador, con lo del viaje a Madrid de jóvenes y no tan jóvenes, se acordó de cuando se organizó deprisa y corriendo el traslado gratuito a Ibiza, para dar la bienvenida al generalísimo Franco. Fueron muchos los menorquines que embarcaron hacia aquel lugar para agasajar al jefe del Estado. De un tir mataven dos pardals, verían con sus propios ojos a Franco, salvador de la patria y conocerían las Pitiusas. La llegada del vapor que debería hacer el traslado, el ambiente que se originó en el puerto mahonés, conllevó que muchos que en aquellos momentos se encontraban en Baixamar, se subieran al buque sin tenerlo previsto, tal cual iban, dit i fet. A su regreso, al escuchar las aventuras y desventuras de los viajeros hubo para reír y llorar. Los más previsores, antes se dirigieron a los bares cercanos en busca de comida, uno de ellos fue a casa Cabalcanti, donde mi tía Nini, al cel sia, hizo su agosto, infinidad de panes rellenos de sabrosos preparados que cocinaba aquella mujer nacida en Es Mercadal, con unas dotes y mañas exclusivos para estar frente a los fogones. Haciendo que jamás, olvidáramos, sus albóndigas en salsa de tomate, de almendra, sepia con guisantes, callos, carne al chuc,chuc… sus tortillas con sobrasada, sin ésta, mientras su esposo el tío Francisco Valverde que había sido uno de los mejores camareros de las cafeterías mahonesas entre ellas el Casino Mahonés. Aquella mañana, mientras el vapor no dejaba de lanzar fuertes pitidos a modo de llamada a sus viajeros, preparaba cafés con leche a toda máquina, al tanto de la larga cola para subirse al vapor que iba creciendo y no podien badar.

Debemos dejarles, desde la ventana de s'estudiet de darrera, observo llega un grupo de gente empujando un carret d'empenyer, en la próxima les pondré al corriente de qué se trata, de momento me queda un interrogante y mi corazón esta en vilo.
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margarita.caules@gmail.com