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Río de Janeiro tendrá que emplearse a fondo para que en la próxima Jornada Mundial de la Juventud se perpetúe el extraordinario ambiente que se ha vivido estos días en Madrid. La capital española ha estado a la altura de un evento religioso y cultural que ha reunido a un millón y medio de peregrinos de todo el mundo, 4.000 de ellos con algún tipo de discapacidad, y que se ha desarrollado según las previsiones gracias a una organización entregada y a la colaboración de 30.000 voluntarios y de decenas de instituciones públicas y privadas. En este marco, el mensaje de Benedicto XVI, resumido en la necesidad de que los jóvenes sean fieles testigos de Cristo, se ha amplificado hasta llegar a los rincones más remotos de la Tierra. El Pontífice no ha rehuido la realidad de un mundo que parece querer alejarse de Dios y por este motivo ha pedido a los peregrinos -religiosas, seminaristas, profesores universitarios, estudiantes...- un compromiso firme, valiente y decidido en la defensa y la transmisión de la fe, lo que equivale a dar gran protagonismo a la juventud en la labor evangelizadora. Sus palabras de ánimo, unidas a la plegaria y la experiencia sacramental compartidas durante estos días, han convertido la JMJ 2011 en una semilla presta a fructificar en los años venideros.