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Muy trillado está el pretexto de la "falta de compromiso", y las mujeres argumentan que "los hombres ya no quieren comprometerse". No estoy de acuerdo, el compromiso existe en muchos solteros: se comprometen con sus trabajos, con sus jefes, con su preparación profesional, con el gym, con la hipoteca, con Armani, con Boss¸ etc., pero sobre todo se comprometen con los coches por varios años, ¡incluso los de tres letras! ¿Existe o no el compromiso?

Solamente que ese compromiso radica en la necesidad del ser humano y la naturaleza "banal" que se da en la sociedad actual de demostrar quién eres por medio del estatus, en la apariencia de parecer feliz e independiente.

Supongo que la época ha cambiado y que nos tocó vivir en un mundo donde el ser cambia por el parecer.
La gracia de esto es que esta época a los solteros los cambió por solteros codiciados, quienes por supuesto llegan al matrimonio cuando más les conviene, porque su puesto lo requiere: un hombre que se precie de serlo debe aparecer en sociedad con una buena esposa, igual que uno exitoso con una gabardina Burberrys.

El matrimonio se ha convertido en un asunto de segunda debido al temor de hombres y mujeres. Miedo de confrontar nuestras minucias, miedo a que otros rechacen lo que ni nosotros mismos aceptamos de nosotros mismos, miedo a que nos saquen de nuestras áreas de confort -sobre todo emocional-. "Qué pereza tener que ceder", que pereza sacar lo mejor de mí y ayudar a que otro lo saque, "qué pereza limpiar mis heridas del pasado y, peor aún, perdonarlas". Es tanto el miedo a llamar las cosas por su nombre, que desechan la idea del matrimonio argumentando "que pereza"

Existen variantes al respecto. Aunque la ventaja de casarse es grande, la cantidad de divorcios actualmente va en aumento. Otros optan por aplicar el "en tu casa o en la mía", que también tiene su gracia, ya que solamente disminuye el índice de divorcios, pero no aumenta las filas de parejas duraderas.

Los bandos de solteros y casados se vuelven como la analogía del cementerio: "los de adentro no pueden salir y los de afuera ni de chiste quieren entrar".
La generación de solteros codiciados o mentirosos disfrazados le da la vuelta al amor y al amor a nosotros mismos. Creemos que nos damos lo mejor por viajar a exóticos lugares, usar ropa cara y tener un apartamento propio tipo loft, de una habitación!, antes de cumplir los 30… seguimos conformándonos con lo pequeño,; por más que la soledad tire, el orgullo nos levanta.

La familia es el lugar donde se nos enseña a ser persona, se forma nuestra identidad, se forja la voluntad, se madura la libertad, se nos enseña el arte de responder por uno mismo con el ejemplo, porque ya alguien se hizo responsable para que nosotros estuviéramos ahí, se practica el poder salir de nuestras propias necesidades para satisfacer las de otros; en pocas palabras, es la escuela del amor.

Pero la inercia es más fuerte; con el vuelco de la modernidad nos olvidamos de las ventajas de tener un testigo de nuestra vida, alguien que pueda ver con nosotros como nuestros sueños se van haciendo realidad, ese "alguien" con quien compartir lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

Formar una familia parece no ser lo de hoy, cada vez se procura menos y se descuida más, se evita el crecimiento que sólo una pareja puede brindar y el reto de amar que solo mediante la entrega se puede otorgar. Renunciar a formar una familia es renunciar a la creación de algo realmente tuyo: trascender participando en el milagro de darle vida a un nuevo ser.

El amor es exigente; pide dar lo mejor de nosotros y la potestad de exigir lo mismo en el otro, caminar unidos hacia la mejor versión de nosotros mismos, y tomar un verdadero sentido, que no se devalúe con el paso de los años, sino al contrario.
Por todo lo anterior, vale la pena reconsiderar al matrimonio, ya que es la opción de cumplir con la vocación a la que muchos han sido llamados.