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Con la que se nos viene encima como consecuencia de la reforma constitucional y ordenar el desmadrado déficit, vamos a necesitar encenderles muchas velitas a nuestros santos favoritos seamos o no creyentes, todos en busca del milagro perdido porque, cuando el agua te llega más arriba del cuello, rozándote las narices y obstaculizándote captar fragancias salvadoras, toda iniciativa es válida, como lo es y siempre lo ha sido, el aumento en los juegos de azar para ver de pillar unos milloncetes que puedan tapar nuestras actuales grutas de lo que no hace mucho llamábamos simples agujeros. Porque no nos engañemos, no existe el ateo casto y puro cuando la salida más digna es adorar (creer) en el becerro de oro como salvación a todos los males. Moisés se dio cuenta de ello nada más bajar del monte, un monte donde sí que todo era orégano y eso que tuvo que destrozar la reforma constitucional que se le entregó porque los de abajo, se estaban cargando todas las enseñanzas habidas y por haber. Creo que fue el primer "indignado" de la humanidad y no me extraña. ¡Clotellada a tanto fariseo!