Don Sebastián Lladó Salleras a la edad de 21 años. Mahón 1900, posando para el fotógrafo Monjo de Miranda, 12 (gentileza de Layeta Pons Fábregas)

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Me agrada leer a la vez que saber de aquel Mahón que los ingleses dejaron a los moradores de esta ciudad, del giro y prosperidad que los mismos nos legaron. El reloj del tiempo fue girando llegando 1900 con él, con los albores del siglo XX, gracias a la floreciente industria del calzado, junto los monederos de oro y plata, promovió grandes entradas de capital, edificándose preciosas casas, amuebladas al huso, levantándose las casitas que serían llamadas de recreo, chalets ubicados a varios kilómetros del centro de Mahón. El ser propietario de " Villa Milagro" o "La Azucena", eran sinónimo de gent de pesses. Aquella burguesía deseosa de asemejarse a los señores de fincas, donde pasaban largas temporadas en los solaces días veraniegos.

Para los industriales y fabricantes representaba haber alcanzado una supuesta subida de estatus social. La revolución monetaria desbocó con los millonarios y los conocidos, nuevos ricos. Sin olvidar la quiebra del banco de Mahón que va deixar en calçotets a més d'un. Ya lo dice el refrán: No todo es oro lo que reluce.

El camino o carretera que nos unía con San Luis, fue de las más poblados. En la de Santa María aún hoy podemos contemplar Villa las Campanas, que al contrario de las de uso veraniego, se convirtió en hogar de una popular pareja de mahoneses procedentes de familias de reconocido linaje, que por respeto a sus descendientes dejo de citar. También se encontraban algunas en la carretera de San Clemente y en la de Ciudadela. Sin olvidar las del puerto a las que he ido citando a lo largo de mis 30 años como colaboradora de este periódico.

La rueda industrial, giraba alegremente, no faltando el trabajo. En esta ocasión, deseo referirme a los maestros de obras, de los cuales hubo muchos y muy acreditados, que según siempre escuché del mecánico de la Motora, fue gracias a la cantidad de expertos que trabajaron en la Fortaleza de La Mola, enseñando a cuantos acudían procedentes de toda la isla. 5 pesetas diarias, equivalía a un capital, muchos no las ganaban amb s'estira peó ni amb es buril. Esto último jamás lo leí en lugar alguno, pero estoy convencida que habiendo llegado renombrados obreros de la Península, según me explicaba, dio pie a que, junto los válidos, que por supuesto aquí también los había, fueron cogiendo fama y buen nombre, especialmente los de Es Migjorn, que aún hoy se mantienen en los primeros lugares.

El haber nacido a ca'n Gori de ses Motores de la Mola, ha hecho sea, sin ser mi intención de fardar, pero si me enorgullece de haber tratado con todos los maestros de obras de la Isla, al igual que mecánicos, herreros, albañiles que no habían llegado a ser mestres y que más tarde alcanzaron su titulación. Payeses, hortelanos i molts senyors de lloc. Entre ellos se encontraban los incipientes bisuteros, maestros de ribera y un largo etc. Permitiéndome poder hablar de todo ello, sin ser ni universitaria, ni economista, ni doctora, más que de mis humildes fogones quatre vaques, sa mula i dos porcs.

De aquellos maestros de obras y contratistas de gran envergadura, escuché como hablaban de mestre Lladó. Al hacerlo, su voz se tornaba ceremoniosa tratándolo con todos los honores. Don Sebastián Lladó Salleras, merecía y por supuesto merece todos los respectos honoríficos, habidos y por haber. Constructor modélico, dando ejemplo a sus empleados de humildad, cogiendo sa pioxa o la herramienta precisa sin complejo alguno. En mi recuerdo se halla don Antonio Humbert, que uno de aquellos días en el taller de mi padre, con motivo del levantamiento del adoquinado de la calle de San Roque, comentó: Gori, mai havia vist una feina tan ben feta, no hi ha qui pugui alçar ses pedres, creu-me lo que feia mestre Lladó era art pur.

Su obra aún continúa ahí de la cual en semanas venideras intentaré ir citando. Al paso del tiempo tras haber recopilado bastante material, me puse en contacto con su nuera Layeta Pons Fábregas y Concha Sanchiz Lladó, que vivió con el abuelo y del que guarda gratos recuerdos. Enriqueciendo el trabajo que deseo efectuar. Pero al que debiera agradecer su aportación debería ser a Rosendo Lladó Pons, hijo del maestro en cuestión, ambos al cel sien. Que a pesar de una grave enfermedad, dejó escrito a modo de memoria, datos y curiosidades en estos momentos muy valiosos.

Confesar que la noche del pasado viernes 27 de agosto que abrí por vez primera, la carpeta azul se'm va posar sa pell de gallina al comprobar el esfuerzo de Rosendo, su buen hacer del que podré hacer uso. A pesar de su falta de visión, por lo visto Santa Lucía le guió su mano, plasmando sobre el papel una perfecta escritura.

Cuantos conocen la isla de Mallorca, sabrán que al salir de Santanyí, camino de Llucmajor, en medio de estas dos ciudades se encuentra Campos del Puerto, dejando a la derecha Felanitx. En Campos, con su mítica playa des Trenc al sur de la isla, se encuentra la carretera flaqueada de molinos, precisamente en aquel pueblecito, nació Sebastián Lladó Salleras, un frío 12 de diciembre de 1879. Hijo de Gabriel y Barbara, tan solo tuvo una hermana, Antonia. Su padre era propietario de un taller de calderería, teniendo la desgracia que falleció siendo muy joven y sus hijos massa petits per viure aquell moment.

Recordaba el maestro su primera época infantil viviendo al amparo de su tío paterno Rafael. Su madre se casó en segundas nupcias con un tal Tarrasa, con el que tuvieron dos hijos, Miguel y Pedro Juan. Aquella nueva maternidad hizo reunirse con los nacidos de su primer marido marchando todos a vivir a Palma.

El que sería gran maestro, empezó su singladura apenas haber cumplido 7 años, lo hizo en un oficio que llegaría a amar tanto como a los suyos. En Mallorca los llamaban picapedrers, aquí mestres de cases". Sus diminutas manos se perdían entre capazos de arena, cemento, mientras picaba con un martillo més gros que ell. Lo que hacía que todas las noches su madre debiera curarlo a base de aceite de oliva y otros remedios caseros, envolviéndolas entre tejidos de lana. Poco a poco se iba curtiendo en el chiquillo lo que pasaría a ser con el tiempo, ejemplo de futuros maestros, si bien su singladura se forjaría lejos de las tierras que lo vieron nacer y crecer, dejaría Mallorca por la segunda balear.
La familia se había instalado en es Coll d'en Rebassa, debiendo recorrer a pie más de una hora para llegar al punto de destino. Salía de madrugada, a oscuras, cuando se supone que los niños sueñan con juegos, el tomba, tomba, esquivaba baches y cuanto se iba topando en el largo recorrido. Se le había escuchado decir, que al empezar a clarear, iba brincando y corriendo sobre las paredes. Era frecuente topar a un anciano que hacia el mismo recorrido , diciéndole en tono burlón…Terrasseta, ja t'aturaràs ja.

Coll d'en Rabassa de 1898, cumplió 18 años, equivalente a la entrada al servicio militar, ingresando en la caja de reclutas el 1 de agosto de aquel año correspondiéndole el nº. 706, lo que significaba salir fuera de Mallorca. La familia recorrió cielos y mares hasta topar con el nº 327, perteneciente a Emilio Pericás Cánovas, que junto al pago de cierta cantidad, se hizo el correspondiente cambio, algo muy frecuente en la época a la cual me refiero. Siendo aceptado por el mando que le fue concedido el 28 del mismo mes y año.

Ignoro que debió suceder, pero leo en el informe que el 1 de abril de 1899 fue promovido al empleo de cabo para su misma compañía y batallón. Dos meses después el cabo Lladó y toda su compañía se trasladaron a Mahón quedando en la guarnición de La Mola. Tal como escribió su hijo, llegando a alcanzar el empleo de cabo furriel.

Dos años después, el 21 de mayo el cabo Lladó regresó a su casa en uso de licencia ilimitada concedida a todos los individuos del reemplazo de 1898 según R.O. del 14 del mismo mes y el 12 de febrero de 1903 se le concedió el permiso para fijar su residencia en Mahón, donde se llegaría a conocer qui era aquell homo, arrribat de Mallorca.

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