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SÁBADO, 3 de SEPTIEMBRE

Observo desde el ventanal de mi casa el cielo gris y encapotado que se dibuja entre las copas de los árboles del jardín. El verano se va, llorando suavemente por las oportunidades perdidas y por la desazón creciente ante la situación de ¿irremediable? crisis que nos asuela de forma inclemente.

Por si fueran pocas las culpas, el remordimiento, de la borrachera colectiva que hemos vivido, me encuentro inmovilizado e impotente por mi propio delirio omnipotente. ¿A quién se le ocurre pretender jugar al fútbol superando los sesenta? Pues aquí estoy, ateniéndome a las consecuencias, recién operado (anteayer) del ligamento cruzado de mi rodilla izquierda que ya podrá mirar de tú a tú a la derecha, intervenida por la misma lesión (y la misma causa) hace trece años.

¿Tienen algo que ver mis muletas, mi sensación ( del todo realista) de profunda invalidez con esa reforma constitucional colada con nocturnidad y alevosía por los dos principales partidos?

DOMINGO, 4 DE SEPTIEMBRE

Sentado indolente y doloridamente en mi butacón, observo con resignación la grotesca enormidad de mi pierna vendada. Acabo de leer la prensa local del día, he navegado un rato por la nacional en busca del consuelo perdido (no hay buenas noticias) y presa de cierta fatiga visual y mental decido caer en la tentación de contemplar los cien goles de Messi en el Nou Camp desde su estelar aparición.No le guardo rencor al fútbol pese a que ya me he roto dos rodillas y a que me proporcionara una infancia de frustraciones por el sempiterno papel de segundón de mi equipo favorito, el Barça, y por la inmisericorde comprobación de que nunca sería su "número nueve" como soñaba repetidamente. Tampoco por las miserias esparcidas por un portugués mal perdedor.

Contemplando los goles de Messi me pellizco para cerciorarme de que no estoy viendo una obra de ficción: son reales, variopintos, decisivos, logrados "contra ellos", bellísimos en su mayoría. Vuelvo a pellizcarme porque parecen goles de dibujos animados. ¡Qué bello es el fútbol cuando se alcanzan esos niveles imposibles para el común de los mortales! ¡Qué maravillosa máquina del tiempo capaz de retrotraernos a nuestra infancia! Como las películas del Oeste que también aligeran la insoportable pesadez de mi pierna maltrecha...

MARTES, 6 DE SEPTIEMBRE

Sigue la inestabilidad financiera, política, social, y hasta metafísica. Porque no hay quien se fume un canuto de optimismo. Ni siquiera los halcones de la derecha emergente que observan con pánico cómo tampoco funcionan sus recetas de tijeretazos al por mayor. Aunque todos podemos comprender aquello de no estirar más el brazo que la manga, no gastar lo que no se tiene, etcétera, el asunto es que meses después de la caída del caballo socialdemócrata, y ahítos de terapias austeras, la situación no sólo no mejora sino que parece complicarse, hasta tal punto que se habla de nuevo de políticas "de estímulo fiscal", o sea de volver al gasto público para reactivar la renqueante economía global...
Y como no teníamos suficiente lío, ahí están los jueces para añadir leña al fuego con su polémica sentencia sobre la enseñanza de los idiomas en Cataluña, propiciada por las absurdas reticencias de los políticos catalanes a dar las horas estipuladas de castellano y la crónica incapacidad del nacionalismo español por comprender mínimamente "la diferencia".

¡Ah! Y Mourinho sigue ahí...

MIÉRCOLES, 7 DE SEPTIEMBRE

Eso de las muletas y el sedentarismo forzado tiene su qué. Por ejemplo ya puedo decir algo parecido a lo que afirman los snobs culturales cuando les preguntan si ven televisión: "Yo sólo veo documentales". Pues gracias al obligado reposo por mi maltrecha rodilla ya puedo decir al menos que "también veo documentales". Por ejemplo anoche, en que a través de National Geographic, pude ver una extraordinaria entrevista en la que George W. Bush relataba sus sensaciones y actuaciones en el ya legendario 11-S. A través del magnífico reportaje, trufado de imágenes inéditas pudimos ver a un hombre atribulado, desconcertado y obsesionado en desempeñar correctamente su "job" (trabajo) de "comandante en jefe en tiempos de guerra". El pobre hombre, permítaseme el espasmo compasivo, da la impresión de un hombre sencillo y limitado, superado totalmente por los acontecimientos. Y no digamos de sus míticos servicios de seguridad, la CIA, el FBI y el sursum corda, tan fuera de sí que hacen volar al Presidente en el Air Force One durante todo el día de base en base y cuando por fin vuelven a Washington, le levantan de la cama por una falsa alarma...

Lo que vino después es mera consecuencia de la simpleza mental de un hombre como Bush, metido hasta las cachas en un marco conceptual tan rígido como premoderno: Estado mínimo, seguridad máxima, sea con rifles caseros como con respuestas alocadas tipo sheriff de frontera, fuera de toda lógica de un Estado moderno. Por eso vino Irak y ahora tienen al Tea Party.

SÁBADO, 10 DE SEPTIEMBRE

Prosiguen las turbulencias económicas... ¿Hacia la tormenta perfecta?, mientras el personal se divierte con la publicación de sueldos y patrimonio de los parlamentarios. ¿Transparencia? Aunque la declaración de bienes en sede parlamentaria me parezca buena para la salud democrática, una especie de guerra preventiva contra la corrupción, su publicación en los medios me parece la obscenidad de las obscenidades, una concesión al morbo totalmente innecesaria y contraproducente porque las interpretaciones malévolas, de las que estos días andan repletos periódicos, radios y televisiones no hacen sino acrecentar el descrédito de los políticos y de la política.

Y es que, mal que nos pese, necesitamos más que nunca La Política para salir de este embrollo, política de altura que embride las pretensiones (¿pulsiones?) de capas crecientes de las modernas sociedades partidarias de soluciones "fáciles" a problemas tan delicados y trascendentales como el de la inmigración o los sistemas de protección social. El anarquismo de izquierdas fue una lacra en los comienzos y ahora lo es el más sutil y "civilizado" de derechas. Ojo al Tea Party y sus epígonos europeos.