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La memoria es caprichosa. Nos acordamos de cosas de cuando éramos muy pequeños con una nitidez HD y olvidamos otras de reciente acontecer. Lugares, músicas, escenas, se nos quedan grabadas a fuego y otras situaciones, en principios relevantes, nos entran por un nervio óptico y nos salen por el otro. El 11 de septiembre de 2001 estaba en el comedor de casa. Mi mujer estaba en la cocina acabando de lavar los platos ("mira en Pep Mir, quin masclista", puede usted pensar). En la televisión, el noticiario de Telecinco con Àngels Barceló. Lo que aparecía en la ventana al mundo del salón no parecía real. Un accidente era la primera hipótesis, hasta que un segundo aparato corría la misma suerte que el primero. Por entonces la amenaza terrorista global no estaba instalada en el hardware de los ciudadanos del orbe, por lo que la incompresión era el sentimiento gobernante. Barceló lo bordó. Antes de acudir a mi cita con el "Menorca" me pasé por SEBIME, donde ejercía de responsable de prensa. Le comenté lo sucedido a los empleados de la casa bisutera. Algunos habían estado en la Gran Manzana. En un primer momento no me creían. Atribuían el relato a alguna broma, chiste o alucinación por un alimento en mal estado en la comida. Hasta que lo pudieron confirmar por sí mismos. Luego vino todo lo demás. Creo que pasarán diez años más y lo seguiré recordando con total claridad.