TW
0

Me contaba hace un tiempo alguien, que hubo un comerciante menorquín dedicado a la Trata. A la trata de negros se entiende. Sí, negros, no "gentes de color" como dicen algunos eufemistas, cuando en realidad son negros, dicho esto con todo respeto. Y, al fin y al cabo, nosotros los europeos tampoco somos blancos, sino de color rosa palo que diría una pija al referirse al modelito de turno.

Esas personas, que algunos llaman ahora también subsaharianos, pasaron las de Caín hacinados en barcos negreros hacia un destino incierto, que a veces acababa en el fondo del océano, si los esclavistas avistaban un buque de guerra con intenciones liberadoras. Eso sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando avanzaron las ideas abolicionistas.

Un menorquín dedicado a la trata, decíamos. Y el que me lo contaba lo hacía con cierta sorna. Poco se hubiera reído si hubiera tenido que viajar hacinado en aquellos barcos en los que no cabía un alma más, después que los "proyectistas" idearan la mejor forma de conducir más y mejor negros en menos tiempo. Un menorquín, decimos, pero también muchos capitanes vascos, como nos cuenta Pío Baroja en su novela "Pilotos de Altura", en la que narra las aventuras de un marino sin escrúpulos dedicado al tráfico de esclavos. La trata fue el origen de muchas fortunas, incluso de la fundación de algún conocido banco actual, como lo fue del uso de la esclavitud en Cuba, cuyos capitales, invertidos en los llamados ingenios o fincas de cultivo de caña y tabaco trabajados con mano de obra esclava, fueron repatriados después del Desastre del 98.

Cuba, donde los españoles a su llegada en el siglo XV, siempre tan idealistas, mataron a trabajar a los indígenas locales (Guanahatabeyes, Siboneyes y Tainos, según fray Bartolomé de las Casas), quienes literalmente murieron de agotamiento y también de contagio de enfermedades que en Europa eran relativamente benignas como el sarampión, pero que causaban estragos entre los nativos, que por no haberlas padecido nunca, no desarrollaron defensas contra ellas.

Total: que como se quedaron sin indios, importaron negros y lo peor es que, allá por 1876, la trata y el uso de esclavos seguía vigente y legal.

En efecto: ha caído en nuestras manos un documento de esa fecha, timbrado con el encabezamiento de la tenencia de gobierno de Sagua la Grande provincia de Matanzas, muy cerca de Varadero, donde nuestros turistas más horteras van a buscar jineteras, en el que se expide un pase para que un propietario de esclavos traslade algunos de ellos de una localidad a otra. El documento, que no tiene desperdicio, dice lo siguiente:

Excmo sr.: con esta fecha y registrado al número 213 he expedido pase a favor de Ricardo Alfonso para que pueda trasladar desde el partido del Calabazar de esta jurisdicción al de Sabanilla de esa del merecido (¿) cargo de V.E. los doce esclavos que al margen se expresa, los cuales se hallan empadronados conforme la nueva ley.

Lo digo a V.E. para su conocimiento y demás efectos.

Dios guarde a V.E. muchos años Sagua la Grande a 19 de junio de 1876 Sr. Gobernador Político de Matanzas.

¡Y esto ocurría casi en el siglo XX!. El parte aparece impreso, excepto en los detalles específicos y al margen se inscriben los nombres y edades de los doce esclavos. En la relación comprobamos que, salvo algunos más jóvenes, la mayoría rondan los 50 años. Nos extraña su longevidad., teniendo en cuenta los malos tratos a los que eran sometidos y al agotamiento físico, pero se trata de una consecuencia del reglamento de 1842. (Eso que el documento llama "la nueva ley") Estereglamento ilustra sobre la situación legal de los esclavos antes de 1870 (y en parte hasta 1880) que, entre otras cosas, debían ser empadronados por los propietarios.

El reglamento de 1842 intentaba "humanizar"el trato dado a los esclavos, dando consejos, que algunos de los propietarios no acababan de respetar totalmente. Coincide su elaboración con un momento en que la persecución del tráfico negrero había empezado a encarecer el precio de los cautivos por lo que había cierto interés en que un trato menos cruel prolongase su existencia. Al fin, en tiempos de Alfonso XII, debido al encarecimiento de "el mercado", la presión internacional, y los grupos abolicionistas, al gobierno español no le quedó más remedio que acabar con la esclavitud por la ley de 13 de febrero de 1880, la cual, pese a la abolición, preveía para la liberación definitiva de los esclavos un período de transición de hasta ocho años, durante el cual los esclavos pasaban a denominarse "patrocinados". Además, un reglamento que solo se publicó en Cuba, todavía hacía más parecida la situación de los "patrocinados" a la antigua esclavitud, al incluir castigos físicos.

Abolición, sí, pero gracias, como hemos dicho, a la presión de grupos abolicionistas y a pesar de la oposición del líder del Partido Conservador y presidente del consejo de ministros, Antonio Canovas del Castillo, personaje tan del gusto de la derecha actual (fundación Cánovas, etc.), que formaba parte de uno de los grupos de presión llamados "ligas" integrado por individuos con intereses económicos en la Perla Antillana y que abogaban por la pervivencia del esclavismo en las colonias.

Estos debieron ser los inventores de la frase "más se perdió en Cuba".

Por último, el interesante documento al que hemos hecho referencia, muestra el desprecio de los propietarios hacia los esclavos a los que se cosifica; se consideran poco menos que mercancía. Cosas. Todo el lenguaje referido a ellos lo prueba y queda reflejado, por ejemplo, en el nombre que les ponían, con absoluto desprecio a la dignidad humana. Este (el nombre) dependía de la etnia del esclavo (José Mandinga), del origen geográfico específico (Rufino Congo) o genérico (Isidro África) y el más despreciativo de todos: Salvador Ganga. Se ve que al propietario le debió salir barato.o por su aspecto le recordaba a un zarapito, ave zancuda que vive en los campos de azúcar y a la que en Cuba se le llamaba precisamente "ganga".

¡Madre del Amor Hermoso! y esto no aconteció en tiempos del Imperio Romano; esto ocurrió en tiempo de nuestros bisabuelos. No nos extrañe, pues, que de aquellos polvos vengan estos lodos.

–––
terronponce@telefonica.net
www.telefonica.net/web2/terronponce