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O al revés. La realidad, otra. La mayoría de hogares españoles andan estos días revueltos con los gastos ocasionados en la compra de material escolar y libros de texto. Y no es para menos. Cualquier libro que uno de nosotros compre por aquello de tapar agujero en la estantería o para combatir la habitual estadística de la poca lectura, resultará más económico que el más asequible para un alumno de Primaria. Y es que el abuso, existe. Existe y se permite. Es intolerable que los poderes públicos toleren que un libro de texto de cuarto de Primaria, pongamos por ejemplo, cueste la friolera cantidad de seis mil de las antiguas pesetas, cuando otro libro, mucho más completo, por ejemplo de la historia de España, para consulta ya formada, no alcance las cuatro mil pesetas.

Y hablo en pesetas, porque es lo más sensato. Hablar de euros y en euros me da un mal sabor de boca, como si estos mismos fueran los causantes de todo el hervidero de crisis y demás males que nos persiguen de telediario en telediario. ¿Qué ocurriría si saliéramos de la zona euro? Supongo que peor ya no nos podría ir. Si la excusa de Francia y Alemania es la recuperación del euro en vez de la recuperación de los países en crisis, ¿por qué no abandonar el euro y recuperarnos por nosotros mismos? Pero claro, para esto hay que ser adultos, no tan sólo emancipados. O tener agallas, vamos.

Y aquí en España y en todos sus aledaños quisimos emanciparnos antes de ser adultos, y así nos va. Y de agallas, ni se sabe ni se conocen. Empezamos a ponernos a trabajar a los dieciséis años porque se cobraba como si tuviéramos veintitantos. Dejamos los estudios porque no servían para nada. Compramos coches nuevos porque no queríamos carracas de segunda mano y compramos pisos inteligentes para suplir la carencia propia.

Inventamos un nuevo lenguaje de los sms para ocultar nuestras faltas de ortografía y modernizamos, estilo y mal gusto para romper con los carcas de un pasado que nunca nos dejarán decir que fue mejor. Y ahora, cuando lo que se necesita es competitividad, ahora cuando lo que sobran son visitas al psicólogo, cuando no tenemos ni conocimientos, ni base, ni educación, ni modales a que acogernos, buscamos culpables por diestro y siniestro. Y el enemigo lo señalamos enfrente, cuando somos nosotros mismos quienes nos hemos ido degradando.

Y la conciencia la tenemos enferma, intoxicada, infectada. Ya no somos capaces de razonar, sino que necesitamos que la opinión pública, manipulada y dirigida, nos advierta de los peligros y de lo bueno y como no, de lo malo que nos puede acechar. Hace pocas fechas la noticia se refería a la publicidad de las rentas de los parlamentarios. Todos nos rebelamos pasivamente en contra de las rentas acumuladas por algunos de estos padres de la patria, y no tanto por quienes compartían cuadro de hipoteca y saldos cero, cuando no negativos. Y uno, tras el primer sofoco provocado por la inestabilidad del pensamiento único, se desmarca del grupo. ¿Por qué compadecer a quien cobrando a la enésima potencia sobre el salario mínimo no alcanza a fin de mes, y en cambio, fusilar a quien ahorra mes tras mes?

Desde mi ignorancia prefiero que me represente quien sepa ahorrar en casa propia porque algo transmitirá a la sociedad y algo ahorrará en su gestión pública. Desde mi ignorancia prefiero que me represente quien le avale un currículo educativo antes que un currículo político. Desde mi ignorancia prefiero que me represente quien le avale la condición de buena persona antes que la de un listillo subido al carro.

Porque quien despilfarra tanto sueldo público no demuestra saber administrar correctamente cuando el dinero no lleva el gen de su trabajo sino el del impuesto de sus vasallos. Porque quien se sube al carro no lo ha preparado ni ha trabajado en su puesta a punto. Porque el listillo de turno no se ha esforzado ni tiene idea de lo que cuesta conseguir un objetivo. Y porque recaudar suele ser arbitrario, impopular e incluso a veces electoralista. Y de impuestos se habla ahora. Y es que cuando la bolsa está vacía, hay que llenarla de donde sea. Y el ahorro, es buen lugar donde basar la recolecta.

Zapatero es obligado por el camarada Alfredo a recuperar el impuesto del patrimonio. Y éste, sucumbe. El mismo impuesto que retiraron los socialistas para favorecer a los ricos banqueros en la época del pelotazo, ahora, en época pre-pre-electoral lo presentan como aval ante la clase potencialmente trabajadora, en paro y en crisis. ¿Acaso no es la política del camarada Alfredo la que está zozobrando la nave?.

Y los acuerdos se cumplirán. O al menos así nos lo han hecho llegar, tanto PP como el PSOE, que dicen que cumplirán lo estipulado en las leyes sobre la campaña electoral. ¿Acaso el derecho de veto está aún vigente en una sociedad moderna? ¿Acaso pretendían evitarla y seguir incumpliendo las normas por ellos mismos impuesta? ¿Acaso los partidos pueden saltarse a la torera las decisiones tomadas en sede parlamentaria?
Y luego nos hablan de falta de confianza en los mercados. Y añadiremos, en los mercados, mercadillos y demás lugares de pública connivencia -presunta, claro-. El mercadeo, el compadreo sospechoso, marcará tendencias y escribirá el futuro. Nuestro futuro. Y uno ya no sabe si ahorrar para que los impuestos lo acribillen a uno, o simplemente derrochar para que el país siga moviéndose, al menos sus dirigentes.

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