TW
0

Sergi Llull volvió ayer a escribir con letras de oro una nueva página en la historia del deporte menorquín al proclamarse en Lituania campeón de Europa con la Selección Española de Baloncesto, como ya lo hiciera hace dos años en Polonia. El mérito logrado por el mahonés se agranda aún más porque desde 2009 forma parte del grupo que reúne a la mejor generación de la historia del baloncesto español y que se ha convertido ya en un equipo que entra en la leyenda a nivel mundial. Sin duda, algo al alcance de muy pocos dado el potencial del combinado nacional. Pero a pesar de su meteórica carrera y los numerosos triunfos logrados -solamente tiene 23 años y nadie se atreve a poner límites a su futuro- es también un ejemplo para los jóvenes. Ser un ídolo en el Real Madrid, pertenecer a la Selección, con muchas posibilidades de jugar las Olimpiadas de Londres y con la NBA en el horizonte, Sergi no se ha dejado deslumbrar por la fama. Adecuadamente orientado y apoyado por su familia, basa su éxito en el sacrificio y en el esfuerzo, trabajando duramente cada día por mejorar. Estos valores, que han ido perdiendo peso en nuestra sociedad, son los que transmitía anoche su rostro de felicidad.