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Cuando hace unos meses miles de ciudadanos salieron a la calle bajo el nombre común de "indignados" muchos fueron los partidos, ante todo de izquierdas, que hicieron intentos por arrimarse a sus tesis. Estos acercamientos fueron vanos y en algunos casos ridículos, porque los "indignados" criticaban sobre todo la partidocracia, la endogamia de un sistema que se retroalimenta y que convierte la democracia en una especie de partido de fútbol que se disputa cada cuatro años. Luego, en los vestuarios, cada partido hace lo que le da la gana. De todo aquello los partidos se han olvidado por completo. O así lo parece. En la última sesión del Consejo de Administración de RTVE se aprobó, con el voto afirmativo del PP y la abstención cómplice del PSOE, que los consejeros pudieran curiosear las informaciones que preparaban los periodistas del ente público antes de que estas fueran emitidas. La avalancha de críticas les ha hecho rectificar, pero la cosa no tiene desperdicio. Unos señores cuyos méritos e identidad desconocen la mayoría de los ciudadanos se querían autoerigir en algo así como censores. La cosa se ha quedado en nada, pero merece la pena no olvidar el triste episodio, un síntoma, nada menor, del deterioro de la democracia, de un sistema de poder sometido a los llamados mercados económicos, en manos de partidos que siguen mirándose el ombligo pese a la que está cayendo, con sus falsos propósitos de enmienda.