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Paseando por el centro de Barcelona hace un par de semanas decidí echar un vistazo en el Decatlhon y, como es habitual, salí de la tienda cargada con un par de bolsas. Bambas nuevas, pantalones y camisetas de deporte e incluso tres calcetines por el precio de dos. ¡Un chollo! Al regresar a Menorca decidí amortizar la inversión apuntándome al gimnasio. Mi primera experiencia fue algo decepcionante. Empecé probando lo que los expertos denominan "Body Sensations". El título me dio confianza, parecía asequible para mi actual forma física, que se podría calificar de baja tirando a lamentable. Nada más lejos de la realidad. Cinco minutos después de empezar, todo el glamour conseguido con mi nueva indumentaria había desaparecido y me encontraba ante serias dificultades para seguir las indicaciones del profesor, que parecía de goma. También mis compañeras parecían ser de lo más elásticas. Desde el fondo de la sala podía observar cómo adoptaban posturas imposibles mientras yo perdía el equilibrio a cada momento. La sesión finalizó con unos minutos de relajación que estoy segura de que disfruté más que nadie. Los entendidos dicen que es cosa de un mes, que en unas semanas habré mejorado. Basándome en estos consejos he decidido que, de momento, lucharé contra la frustración volviendo al gimnasio hoy.