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Cuchi está desconocida. Me llama indignada por lo de los recortes. Medio distraída estoy cuando oigo su voz airada al otro lado del teléfono. "No te preocupes, el pelo crece; acuérdate aquella vez del tinte marrón-violeta, todo acabó bien", le contesto. "¡Qué no jopeta! ¡Que te estoy hablando de lo del ajuste del sector público!", me responde rabiosa. "Vale, vale, perdona, me has pillado desprevenida", contesto conciliadora mientras intento procesar que Cuchi vuelva a interesarse por algo que no sea "fashion", "trendy" o "mega cool".

"Que nos han tomado el pelo- me -dice- un montón de tiempo, cuánto dinero desperdiciado. Tú sabes que es una vulgaridad hablar de dinero (a ella le sobra), pero es que parece que quitan un montón de empresas y consorcios y entes que no servían para nada".

"Cuchi, oye...", me interrumpe, va embalada. "De entrada ya han costado dinero, porque tú sabes, constituir cualquier cosa tiene unos gastos (el padre de Cuchi era notario) y, claro, los que tenían oficinas y trabajadores, que pobrecitos ahora, pues claro también costaban dinero, pero parece que sin ellos, la Administración podrá funcionar o sea que nos han tomado el pelo. ¿O no?" "Díme, díme tú que eres tan lista", inquiere. Pues ni lista ni tonta, pero, otra vez, Cuchi tiene razón y va a ser que sí, que un poco sí que nos lo han tomado.