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El panorama es desolador. Devastador. Desconsolador. Desesperanzador. Desanimador, palabra que no sé si existe pero que viene al caso. Las rutinas en una sala de espera del hospital son siempre las mismas. De entrada, lo de ir al hospital implica un mal rollo que no veas. Cuando alguien va al centro sanitario es porque algo no va bien. Sé que es lógico pero, amigo lector, si tú tienes un rato libre no lo malgastas acercándote a ver qué se cuece en una sala de espera. No. Únicamente vas allí cuando hondea la bandera roja o se masca la tragedia. En fin.

Me sorprende la facilidad que tienen las mujeres para relacionarse en una sala de espera, soy testigo. Una señora llega, se sienta, pregunta si el/la doctor/a va en hora y la veda ya está abierta. A los diez segundos, las dos protagonistas ya intercambian impresiones sobre lo que sea mientras los maridos, novios, acompañantes asisten callados, como floreros. Los tíos, en realidad, no vamos al hospital a hablar, ni a relacionarnos, por lo que aguantamos el chaparrón en silencio. Hay personas que en lugar de en una sala de espera parece que están en una peluquería comentando la boda de turno. No lo critico porque supongo que así el tiempo se les pasa más rápido o calman los nervios antes de ponerse en manos del especialista de turno.

Cuando ya hay confianza, la conversación gira en torno al motivo de la visita. "Estoy muy mal, me duele aquí...", dice una, a lo que otra le responde "pues yo hoy no me podía ni levantar de la cama". 'Anda, como yo, ¿también tendría mucho sueño?', pienso, 'quizás es un virus muy contagioso'.

En un momento la comparativa de dolores se les va de las manos a las protagonistas. Parece una guerra fría en la que cada una quiere convencer a la otra de que ella lo pasa peor. Cuando el coloquio llega a límites insospechados ('A mí me duele como de aquí a la Luna', 'pues a mí, como de aquí a Marte', como si fueran niñas en el patio del colegio) sucumbe un tercer tópico en la sala de espera, el del tiempo de consulta.

Tras intentar convencerse de que están medio muertas de dolor, viene lo de "si en realidad mi consulta será muy rápida" por un motivo u otro, a lo que la de delante le contesta, "pues anda que lo mío, solo es mirarse cuatro cosas y listos". Pero, !qué competitivas¡. En mi mundo, yo sigo a lo mío, jugando con el móvil, compadeciéndome de los acompañantes florero... y convencido de que a mí me duele mucho más que a ellas, como de aquí al sol, y de que cuando me atiendan tardaré mucho menos.