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Me gustaría realizar una reflexión y lo voy a hacer lanzando esta pregunta: ¿De dónde ha salido el concepto de "pagar matrícula"? ¿Quién se ha inventado esa especie de impuesto por el que tienes que apoquinar sin que se te ofrezca ningún servicio a cambio? Matrícula para inscribirse en el gimnasio, para las clases de baile, matrícula para aprender alemán y hasta matrícula para asistir un taller de ganchillo. Vamos a ver, ¿acaso no se pagan ya las mensualidades? Eso ya corresponde con lo acordado, o lo que es lo mismo, yo te pago para que me enseñes y tú cobras por enseñar. Pero lo de pagar matrícula, ¿a qué viene? Y como seguramente todos los que estén leyendo esta columna habrán tenido que pagar alguna matrícula, sabrán de lo que estoy hablando. Estamos tan acostumbrados a tener que pagar esos 'impuestos' que ya ni siquiera nos planteamos por qué tenemos que hacerlo. Esta misma reflexión también puede llevar a incluir lo que se nos cobra por una "visita". Aquellos que vayan a especialistas privados (desde médicos a veterinarios, entre otros) saben que, en muchas ocasiones, cobran la visita a pesar de estar realizando un seguimiento al caso o pese a que, además, se cobra el tratamiento realizado al acudir a ellos. "No es justo, nos hacen pagar por todos lados y ni nos paramos a pensar a qué viene tener que pagar por según qué cosas", me dijo una amiga, a quien le clavaron 45 euros de matrícula por un curso titulado "Cómo aprender a ahorrar: economía social". Tiene guasa la cosa.