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Menorca se enfrenta al reto de ordenar sus espacios portuarios. Lo hace en una época de severas dificultades económicas y con la obligación de conseguir el equilibrio entre las aspiraciones y las necesidades de Maó y Ciutadella, sin descuidar las muy diferentes pero igualmente legítimas de Fornells. A priori, las infraestructuras portuarias ciutadellencas parten con ventaja. El dique de Son Blanc aventura grandes posibilidades. En este sentido, el anuncio efectuado ayer por Carlos Delgado de instalar los duques de alba es una buena noticia, por cuanto permitirá sumar a la oferta de turismo deportivo en el puerto viejo la de cruceros, un complemento perfecto para el tráfico regular de mercancías y de viajeros. El innegable potencial de la zona de Levante se ve lastrado, sin embargo, por las inversiones largamente aplazadas y las incertidumbres que exigen una fuerte colaboración entre las instituciones y el sector privado, de la que es exponente la pretensión de que Autoridad Portuaria de Balears forme parte del Consorcio del Acantilado. El puerto de Maó tiene entre sus cuentas pendientes desde la consolidación del cantil al reposicionamiento en el mercado. La capacidad de valorar las demandas en su justa medida y de priorizar en consecuencia será clave en el futuro.