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Rebelión en la granja" ("Animal Farm") es una novela de ficción de George Orwell que no pierde actualidad. El libro trata de la rebelión de un grupo de animales de una granja que se amotinan contra su granjero al que consideran un dictador y un explotador. Conseguido el fin de la rebelión y derrocado el opresor, deben de acordar un nuevo orden y para ello eligen al dirigente que les lidere y que, al tiempo, les libere de las penurias que les infligía el derrocado.

Pero las cosas no resultan tan ideales como pretendían o soñaban. El cerdo mayor se hace con el poder de la granja y pronto comienzan a notar y sentir que no solo no ha cambiado el sistema sino que, contrariamente, el nuevo dirigente, un auténtico cerdo, es incluso peor que el anterior.

Escrito en los años treinta el libro es considerado como una feroz crítica al sistema comunista que, en Rusia, reemplazó el poder omnímodo del zar por el poder de la nomenclatura bolchevique.

Todos los cambios políticos que pretenden cambiar una sociedad deben basarse en mejoras posibilistas pero no en utopías. Esos cambios nunca deben pretender esconder que el esfuerzo individual es imprescindible para que una persona se labre su propio porvenir.

Ahora vivimos tiempos de indignación. Como sucedía en la granja de Orwell. Todos parecemos estar indignados de una forma u otra con alguien o con algo.

Algunos incluso con el sentido de la vida. Todos reclaman más y más derechos. Es la exigencia como forma de ser, como sistema de vida. Pero una cosa es querer mejorar el paso del hombre por este mundo y otra, distinta, es querer que los otros nos solucionen la vida. La filosofía de la sopa boba no es aconsejable. Los derechos limitan con las obligaciones.

Buena parte de la indignación se basa en la protesta perpetua. Nadie proclama su amor al trabajo y al esfuerzo, a la iniciativa. Algunos se indignan porque para conseguir cosas uno necesita incluso esforzarse y trabajar. Se olvida que el esfuerzo es la base de la libertad del hombre. Todos quieren, desean, depender de alguien, quieren ser tutelados, quieren convertirse en apéndices de algo o de alguien que les resuelva la existencia. Exigen seguridad cuando la vida es perpetua incertidumbre. Pero ellos pretenden la felicidad de ser súbditos. Muchos venden su libertad individual para convertirse en parte de un todo amorfo y sin personalidad. Quieren formar parte del conformismo de la manada (un nuevo "vivan las caenas") que no importa sea eficiente o no, sea libre o no. Es la deseada anulación de la personalidad propia. El rebaño como meta. No quieren buscarse la vida, muchos pretenden que se la encuentren otros.

Todo se reduce a seguir las consignas al uso. Se cuestiona el sistema pero solo se propone humo y demagogia. No se concreta. Se aplaude la adhesión inquebrantable al nuevo "trending topic": la moda de la protesta. Si triunfase la "indignación" ¿se cambiaría al granjero orwelliano por otro cerdo incluso mayor y mejor? Visto que ahora rige la mentalidad del "tuit" como forma de vida (breve y espesa), todo es posible. Efectivamente todos estamos indignados. Incluso mi perro.

Nota 1: Nuestro perro se llama "Blues". Habla menorquín, español e inglés. Ahora aprende alemán. Aunque es un "gos d'atura" no es un perro imperialista.

Nota 2: Harían bien los foráneos que se entrometen en cuestiones puramente mahonesas en dejar de tocarnos las "balls", cantantes incluidos. Eso indigna.