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Aprovechando que me encuentro a varios cientos de kilómetros de la cuesta de Reynés y que previsiblemente no me cruzaré en los próximos días con ningún conocido que me reproche mi falta de criterio, me animo a hacer una incómoda confesión.

Fui durante lustros fiel votante de los candidatos socialistas a la alcaldía de Mahón.

En las pasadas elecciones sin embargo cambié mi voto. En mi caso, dejar de votar al candidato socialista fue una decisión fácil. El dontancredismo recalcitrante, el ingente cúmulo de errores, el notable repertorio de chapuzas, las continuas demostraciones de incompetencia y por encima de todo, la extrema dejadez exhibida con tesón durante los últimos años, resultaba excesivamente insufrible como para refrendar con mi sufragio una prórroga a tal situación.

No me resultó en cambio tan fácil entregar mi voto a la actual alcaldesa. Y no porque tuviera malas referencias de ella; ni la conocía ni nadie me habló nunca mal de su persona. Uno de los escollos sin embargo estribaba en que las siglas que acogían su candidatura eran las mismas en que militaba, entre otros, un señor de bigote que no sólo pretendió la chorrada increíble de que hablaba catalán en la intimidad sino que mientras involucraba a su país en una guerra por pura vanidad, fue capaz de pronunciar sin rubor su idioma natal con marcado acento norteamericano en conferencia de prensa. Solamente por tamaña sandez, de la que no sé si le habrá sido otorgado el perdón de sus seres queridos (pienso que si mi padre apareciera en la tele hablando con ese acento tras una visita al rancho del presidente de EEUU se me caería el alma a los pies), solamente por ese ridículo gesto digo, quedaría (según mi criterio) descalificado como hombre de estado: por imbécil. Bien, digamos en resumen que no me encontraba cómodo votando a las siglas que ese señor representaba. Añadiré (para no parecer frívolo) que tampoco comulgaba (ni comulgo) con el ideario que suele regir en dicho partido. Pero lo hice; a pesar de todo voté a la candidata que ahora gobierna nuestro municipio
Fue un acto de fe y esperanza. Fe en las personas que me hablaron bien de la ahora alcaldesa y de su equipo. Esperanza de que en Mahón/Mahó entrara un viento fresco que eliminase el olor a naftalina. Algunos gestos, como sus primeras decisiones intentando ( y consiguiendo al menos puntualmente) dinamizar la ciudad, o la iniciativa de citar en el ayuntamiento a los empresarios y residentes del puerto para buscar consenso y soluciones a nuestros problemas, me hicieron pensar que había optado por la casilla correcta. El tiempo dirá si acerté.

Pero el tiempo pasa rápidamente y la mecánica cuántica nos enseña que una partícula se comporta de manera razonable sólo si la observamos (mientras no se sienten observadas, las partículas subatómicas contravienen las leyes de la física clásica, dando lugar a comportamientos que no parecen atenerse a la lógica). En un plano más casero, cualquiera puede comprobar con estupor que si se guardan dos cargadores de móviles en un maletín y una vez cerrado (no hay testigos) se acarrea durante un cierto tiempo, al final del trayecto, cuando se abra el maletín, los cables de los cargadores habrán formado un nudo inextricable, mucho más complejo y enrevesado de lo que la lógica podría aceptar como razonable. Quizás pase lo mismo cuando se reúnen las personas en los despachos y nadie los observa. Puede que se comporten de manera paranormal como los cables o las partículas subatómicas.

He leído con cierto asombro hace pocas fechas en este diario que se van a invertir algo más de 170.000€ en actuaciones que mejorarán las conexiones de la ciudad con el puerto. He comprobado también (con más tristeza que asombro en esta ocasión) que este plan no incluye el ascensor (ADN). La razón de dicha omisión vendrá sin duda justificada por el criterio que quedó expresado en estos términos: "El teniente de alcalde de Servicios Generales, Salvador Botella, confía en que el la sociedad (se refiere al casino) cumpla el convenio y ejecute los trabajos de construcción del elevador en el plazo previsto". No alcanzo a comprender en que se basa la cándida confianza el señor Botella; creo recordar que dicha sociedad lleva más de diez años toreándonos con descaro rayano en la desfachatez. Quizás la tranquilidad del señor Botella se base en que "el representante de la empresa mostró su intención de cumplir con el acuerdo durante el encuentro mantenido el pasado mes de agosto con los representantes municipales". Pero, ¿acaso no se largaron en espantada justamente a final de agosto? ¿No hace esto pensar en que no albergarán la más mínima intención de cumplir ahora lo que llevan doce años incumpliendo?. Para aclarar un poco más los conceptos, el edil matizó: "De momento, estamos a la espera".

A "la espera", en efecto, estamos los perjudicados (que somos muchos) desde hace demasiado tiempo. De hecho, un tiempo vergonzoso. ¿Qué pasaría si yo por ejemplo retrasase el pago de las cuotas a la seguridad social o el de la concesión de la terraza de mi restaurante a la autoridad portuaria durante doce años? ¿Permanecerían también a la espera?

Mientras continúan "a la espera" de que el casino deje de tomarles el pelo, quizás sería una buena idea descartar del presupuesto unas cuantas farolas previstas para iluminar una cuesta (Reynés) por la que nadie en su sano juicio transitará a pie y destinar el sobrante a instalar de una puñetera vez (desde luego antes de Semana Santa )el ascensor del que depende la comodidad y el bolsillo de tantos contribuyentes y a continuación cóbrenle la factura a la sociedad del casino con la misma celeridad e idéntico mecanismo con que me cobran a mí las multas de tráfico o el IBI. Sugiero.