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No hemos cambiado, seguimos dando imágenes típicamente españolas. No solo nos gustan las fiestas y cuantos más puentes mejor sino que, además, estamos totalmente en contra de que nos quiten sus santos, aunque algunos se confiesen ateos e iconoclastas, que no nos toquen a esos santos que nos regalan días de descanso, escapadas y placeres varios. No somos en general expertos en bolsa y solo nos fiamos de la nuestra, la que llevamos en el cinto y con que suene nos basta, aunque para ello tengamos que emular en la distancia a esos legendarios bandoleros de Sierra Morena trabuco al hombro atracando a todo a todo aquello que suene a riqueza. España sigue siendo diferente y si en algo no lo es, se debe a la concepción que de esa palabra tienes algunas autonomías. Solo sabemos unirnos bajo una misma bandera cuando juega la selección española haciendo que rojos, azules y amarillos sientan lo mismo al menos durante noventa minutos y si en algo vamos bien y somos la envidia de muchos otros países, es en el deporte en general, eso que siempre se ha dicho que nuestros gobernantes nos dan a grifo abierto para que nuestros pensamientos no se vayan por donde no toca. Y en este extraño estar y ser, observamos como náufragos incapaces de alcanzar esos extraños y desinflados salvavidas que se nos lanzan, lo empinadas que son hoy las cuestas, pero no solo de subida, sino más bien de bajada. Y pienso si podría ser acertado hoy o todo lo contrario algo que dijo el filósofo Nietzsche: "No deberíamos intentar frenar la piedra que ha empezado a rodar cuesta abajo, lo mejor es empujarla aún más"