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Desmenuzando los programas electorales en estos días de campaña, le llegó el turno a la vivienda, origen en buena parte del llamado milagro económico español y de su estrepitoso fracaso posterior. Cuando los expertos remiten al Código Civil para explicar la normativa que se aplica ante la existencia de una deuda, incluida la hipotecaria, no puedo evitar que la frase "responder con todos los bienes presentes y futuros" me acongoje. Primero porque nadie es capaz de controlar su futuro ni predecirlo; nadie sabe ya si vivirá para ver su casa pagada, o si la pareja con la que se embarcó en ese proyecto perdurará, o si mantendrá el empleo. Ni siquiera los grandes gurús de la economía, a los que ahora se interroga sobre cómo salir de la crisis, pudieron atisbar que ésta llegara a producirse. En segundo lugar, aterra darse cuenta con cuánto desconocimiento legal la mayoría de los mortales nos dejamos asesorar y estampamos firmas, entre apretones de manos y condiciones contractuales ininteligibles, leídas de carrerilla, en los despachos. La formación básica en legislación debería ser una asignatura en los institutos, ya que ésta rige nuestras vidas. Espero que los elegidos en las urnas tomen nota y velen a partir de ahora porque la información, a la hora de comprar una vivienda, sea clara y sencilla, incluida la letra pequeña, esa que hipoteca no sólo el salón y las cortinas, sino también el futuro.