"¿Quién mató a Cornelius Cardew?" Óleo y grafito/malla de acero. 2008. Firmado y titulado: Brinkmann 2008 al dorso.

TW
0

El prestigio de Enrique Brinkmann Parareda (Málaga, 9 de octubre de 1938) se acrecentó cuando la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando le concedió en 1994 el Premio Nacional de Grabado, lo que dice mucho de un veterano artista grabador: con la concesión del Premio se reconoció tanto la obra premiada como los méritos de una trayectoria vital y profesional dedicada en buena medida al arte gráfico.

El Premio Nacional de Grabado fue creado en 1993 en el seno de la Academia por la Calcografía Nacional de Madrid, con la finalidad de conservar museográficamente un rico patrimonio histórico y artístico y promocionar el arte gráfico contemporáneo no solo reconociendo la labor de los creadores, sino muy especialmente impulsando la práctica del grabado y el coleccionismo de estampas con un sentido dinámico de adaptación permanente. Además de Brinkmann, nombres como los de Clavé, Chillida, Tàpies, Zush, Sicilia, Ballester, Bonifacio, Santiago Serrano, Monir, Manesi, Blanca Muñoz, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la Fundación Pilar i Joan Miró de Mallorca, Arteleku de San Sebastián, Permaprint de Londres, la Bienal Internacional de Arte Gráfico de Ljubljana o el Museum in Progress de Viena, entre muchos otros de reconocido prestigio, confirman la relevancia alcanzada por un Premio al que en 2001 se le agregó la referencia genérica al arte gráfico para admitir a concurso en igualdad de condiciones las estampas obtenidas mediante cualquiera de los procedimientos de generación de imágenes múltiples impresas, y no sólo las técnicas de grabado.

De formación artística autodidacta, Brinkmann realizó su primera exposición en 1957 en Málaga, en la sala de la Sociedad Económica de Amigos del País, mostrando una pintura entonces figurativa con cierta tendencia expresionista, que fue calificada por un crítico local de mamarrachada notablemente influenciada por Modigliani y en la que algunos quisieron ver afinidades con la de Francisco Peinado o José Hernández, cuando lo cierto es que entonces Brinkmann no conocía a ninguno de los dos, ambos más jóvenes que él –Peinado vivía además en Brasil- y sin ninguna exposición aún en sus curricula. Pero Brinkmann siguió, demostrando su talante y su fe en sí mismo; cuatro años más tarde abandonaba España para vivir en Colonia, Berlín y Roma, donde aprendió grabado. A su regreso en 1967 se dedicó tanto a la pintura como al grabado y al dibujo, dando clases en la Casa de la Moneda de Madrid.

En una búsqueda continua de coherencia interior, con una obra tan sosegada y armónica como su propio carácter –la primera vez que cené con Brinkmann en la casa de un amigo común, en Madrid, me llamó la atención lo apacible de su personalidad, su constante observación de lo que le rodea, su conversación pausada, en muchas ocasiones hecha de monosílabos-, influenciada tanto por sus lecturas -Edgar Allan Poe y Frank Kafka- como por la música contemporánea, Brinkmann evoluciona hacia la luz y se decanta por la abstracción, dejando atrás los cuadros oscuros y sombríos, casi nihilistas, de los años cincuenta y sesenta, que tanto influenciaron en la Málaga intelectual de la época –ahí están las revistas 'Caracola' y 'Litoral', junto a los nombres de Jorge Guillén y de Francisco Ayala- para convertirse, en la década de los setenta, en una de las voces más significativas del realismo fantástico y, poco a poco, de las creaciones más luminosas.

Siempre indagando, su experimentación le lleva, sin perder el equilibrio, desde los aguafuertes, tinta china y carbón sobre papel –un mundo lírico de belleza- al metacrilato como soporte y, actualmente, al relieve de las mallas metálicas de acero, desde donde juega con las sombras para crear espacios y con la geometría para superponer elementos en búsqueda de la tridimensionalidad, introduciendo color desde atrás para anular las transparencias, volviéndolas opacas, a la vez que busca el espacio que se crea entre la obra y la pared. Y así, la filtración de los tonos a través de la malla produce un efecto visual y plástico muy particular, una luz delicada y característica de una obra de rasgos estilísticos singulares y tan personales de un artista que, de cara al futuro, pretende trabajar sobre un soporte luminoso con serigrafía u otra obra gráfica.

Diseños inquietantes, juegos de luz y de sombras, figuración expresionista y fantástica, informalismo poético con la sorpresa siempre presente y la música de fondo, sonando permanentemente mientras trabaja. Música, malla y pintura dieron lugar a un políptico grande e inquietante formado por cuatro paneles de malla de acero, óleo y grafito, con el título "¿Quién mató a Cornelius Cardew?", su amigo músico y maoísta radical perteneciente a Fluxus que murió trágicamente atropellado. Con esta obra de profunda belleza Brikmann rindió su particular homenaje a quien fuera su gran amigo. Con estas líneas rindo mi particular homenaje al propio Brikmann y a todo lo que representa su obra en el mundo de la pintura y de la estampa.