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No dudé, la primera vez la metí hasta el fondo, sin andarme con rodeos. Llegué, la saqué y punto. Todos felices. La verdad es que me costó hacerme a la idea aunque llegado el momento sabía que era algo que tenía que hacer sí o sí. Cuando uno se hace mayor le toca lidiar con responsabilidades, nos guste o no. Para evitar jamacucos y teleles, matizaré que estoy hablando de la primera vez que voté y metí la papeleta, que no quiero tener que contestar luego Cartas al Director de iluminados que se han sentido tremendamente insultados o algo por el estilo.

Al grano. Lo de votar es mucho más serio de lo que lo pintan. Es una responsabilidad, un derecho, un privilegio... Aunque parezca que no sirve para nada. Desde mis primeros comicios la principal reflexión a la que he llegado es que el único y primordial problema que tiene la política son los políticos.

Los cargos públicos, a veces, son como cuando llevas a una persona que está siguiendo una dieta a un bufet libre. Las tentaciones son inmensas y las facilidades con las que cuentan para pegar el palo, a priori, son infinitas, aunque luego todo acabe saliendo a la luz. El avance de las tecnologías ha permitido que los delitos que suelen cometer los políticos no pasen desapercibidos para los medios de comunicación que, para qué negarlo, disfrutan con estos temas.

Pero en parte entiendo a mi generación. '¿Para qué votar?'. Creo que la política necesita un lavado de imagen y una cura de humildad. Desgraciadamente España no cuenta con un líder encomiable capaz de mover masas y de hacer que el país reme en una única dirección. En estas elecciones, desgraciadamente, no ganará un candidato sino que otro perderá. El bipartidismo, como la película de Titanic, tiene estas cosas, que sabes cómo termina.

Porque la crisis no finalizará con el cambio de gobierno. Acabará porque el paleta se seguirá levantando a las seis de la mañana para ir a trabajar rezando para que no lo echen a la calle, igual que el barrendero, la oficinista o el propietario de la pequeña empresa. Está claro que lo fácil es quedarse mañana en casa y resignarse a no votar porque no confías en el actual sistema pero la verdad es que como ciudadanos tenemos un compromiso con nuestro vecino. Que gane el que quiera, pero el que lo haga acepte el reto, que aporte soluciones y que no se acomode en el sillón del despacho. Lo fácil es chupar del bote, lo complicado es ganarse el sueldo. Yo firmo el artículo pero son más de cinco millones de parados los que lo piden.