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Las relaciones diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos parecen ser cordiales, pero en el fondo existen impresiones contradictorias en Washington en la interpretación de la política rusa en relaciones internacionales.

De momento, la insistencia estadounidense de instalar en Europa y Asia Central el escudo antimisiles no ayuda a pacificar las débiles relaciones diplomáticas y estratégicas existentes entre los dos países. Washington quiere ser "amigo y aliado" de Rusia porque necesita su ayuda en Asia Central, especialmente en Afganistán e Irán. Actualmente, Rusia esta prestando un importante soporte militar logístico en Afganistán y se aparta paulatinamente de retirar su apoyo crítico al país musulmán. Con esta estrategia, Rusia pretende reanudar su hegemonía en la región y crear una nueva versión del Imperio Zarista con la recuperación de la mayoría de las antiguas naciones integradas en la Unión Soviética, con las consecuencias que dicha política puede acarrear en las relaciones entre Washington y Moscú, afectando seriamente cualquier intento de "rapprochement" porque la influencia rusa en Eurasia es vista en Washington como una amenaza al poderío hegemónico global estadounidense. La actitud actual de Rusia no difiere de las actuaciones anteriores de los zaristas simplemente porque ha sido la manera más eficaz de mantener su supervivencia en Asia Central.

Quiero recordar que el carácter indefendible de Rusia es precisamente su extenso territorio, y la zona más crítica de dicho país es Moscovia donde no existen barreras naturales para protegerse contra eventuales invasiones y Rusia ha sido constantemente invadida por toda clase de hordas y ejércitos regulares extranjeros. Entonces no es extraño que Rusia ha intentando siempre expandir su territorio para garantizar la territorialidad del imperio ruso, desde los montes Cárpatos, entre Ucrania y Moldavia, la cordillera del Cáucaso, a través de Georgia y dentro de Armenia, hasta Tian Shan en la parte extrema de Asia Central. Es en el enorme agujero geográfico de las llanuras de Europa del Norte donde Rusia históricamente ha llevado a cabo su extensión territorial, anexionando las zonas bálticas, Bielorusia, Polonia y hasta Alemania. Podemos resumir diciendo que Rusia necesita edificar un imperio para sobrevivir.

Tal tarea representa dificultades demográficas y económicas, porque implica un enorme potencial material para mantener la inmensa población en los nuevos territorios y eliminando aquellos que nos se conforman con la dominación rusa, especialmente pueblos que no pertenecían a la etnia rusa.

Es indudable que la potencia de un Estado se debe medir acorde con su fortaleza de Estado, no basta ser popular, aunque vemos actualmente que el carismático primer ministro Putin acumula un gran apoyo ciudadano. En Rusia es imperativo tener un liderazgo hábil capaz de mantener un férreo control sobre la población y la seguridad del Estado que permita desviar recursos de consumo popular a proyectos de seguridad dirigidos a eliminar cualquier desobediencia ciudadana. Con este drástico control sobre la población se eliminan los enfrentamientos políticos y las discordias populares de las políticas sociales y económicas pasan desapercibidas.

La historia nos enseña que en Rusia cuando al aparato del Estado perdió el control de la seguridad del país, el régimen se colapsó. Ocurrió en la Primera Guerra Mundial cuando el zar perdió su control sobre el ejército. Durante la dictadura de Josef Stalin hubo una total disfunción económica y un extensivo descontento popular pero Stalin mantuvo un férreo control sobre la seguridad del Estado y del Ejército.

Hoy nos damos cuenta de que esta ocurriendo lo mismo, evidenciado con la aparición de Putin en la escena política en 1999, quien encontró un pueblo destrozado y amenazado por las potencias globales. Putin restableció la estabilidad territorial de Rusia con la consolidación poderosa del Kremlin y su eventual reaparición en la escena mundial como gran potencia estratégica y consiguió la consolidación de la economía, social y políticamente. Su éxito residía en la reorganización del aparato de seguridad estatal y, aglomerando bajo un solo partido, el control político del pueblo ruso. Consolidó su poder eliminando la influencia extranjera sobre la economía estatal y se erigió como el nuevo mesías.

La discordia entre Rusia y Estados Unidos está aflorando y Putin interpreta el cercenamiento estadounidense sobre los territorios indispensables a su supervivencia como una arma arrojadiza, agravada por la consecución por parte de Estados Unidos de convencer a numerosos Estados de Europa Central y de los Estados Bálticos de la antigua Unión Soviética de ingresar en la Alianza del Tratado Atlántico del Norte (NATO por sus siglas en inglés) y en la Unión Europea, sin olvidar su apoyo a las "Revoluciones de Colores" en Ucrania, Georgia y Kyrgystán, además de implantar bases militares en Asia Central e instalar un escudo antimisiles en Europa Central. Estos eventos exacerban la paciencia rusa que siente amenazado nuevamente su control periférico de los territorios precisos a la seguridad estatal, dando la impresión que Estados Unidos intenta acaparar dichos territorios para mantener la perenne vulnerabilidad rusa.

Hoy Rusia anuncia su deseo de no continuar su acuerdo de desarme e instalar su propio escudo antimisiles en defensa de sus intereses estratégicos. Putin, quién se perfila como el nuevo presidente de Rusia, está preparando su política presidencial empezando con su deseo de organizar la futura Unión Eurasiática con la adhesión de los Estados de la antigua Unión Soviética. Rusia intentará esta nueva versión del imperio con los Estados citados utilizando los acuerdos actuales como la Unión Aduanera, la Unión Estatal y con la Organización del Tratado de Seguridad Mutua, consolidando de esta manera en la Unión Eurasiática las esferas económicas y de seguridad estatal.

No es que Putin quiera volver a la antigua Unión Soviética porque la inherente vulnerabilidad de Rusia resida, como he dicho anteriormente, en su expansión territorial y en el problema logístico, económico y estratégico que representa mantener una población esparcida sobre más de nueve millones de metros cuadrados. Putin intentará frenar el avance estadounidense en Europa Central que representa para el la misma política zarista que es preciso parar antes que el propio Estado ruso desaparezca. Por esto es primordial, según Putin, que Rusia aproveche el momento actual para formar las alianzas necesarias en la construcción imperial.

Es indudable que el escenario está montado para una nueva confrontación al estilo de la antigua "Guerra Fría", aunque no podría durar tanto como la antigua. Putin se enfrenta a un problema demográfico con una población en constante descenso desde la Primera Guerra Mundial con la disminución de la tasa de nacimientos comparada con la tasa de mortalidad. Son más numerosos los ciudadanos de 50 años que los de 15. Podría Rusia ser una potencia económicamente fuerte, pero no podría pretender tener un poder global sin una adecuada población. Por este motivo, Putin intenta consolidar su hegemonía en los países limítrofes antes que la presión demográfica afecte seriamente el país eslavo.

Rusia está en el momento fatídico y deberá inexorablemente extender sus tentáculos que determinarán su vuelta al imperialismo regional y también con una nueva confrontación con su antiguo adversario: Estados Unidos.