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Ese muerto, como ustedes ya habrán adivinado, no es otro que Francisco Franco, el dictador para el que presos republicanos condenados a trabajos forzados por sus ideas, construyeron el mausoleo del Valle de los Caídos.

Una comisión de expertos ha dictaminado, ahora precisamente, instar al Gobierno para que exhume al dictador de la basílica de Cuelgamuros y lo entierre donde la familia decida. Como el ejecutivo socialista en funciones no está para estos trotes, que bastante tiene con llegar a fin de mes y recomponer los restos del naufragio de sus siglas, será Mariano Rajoy quien decida qué hacer con el difunto.

Voces de la caverna ya habían vaticinado, e incluso publicado en lugares relevantes de determinados medios, que "la última fechoría" del gobierno de Zapatero iba a consistir en desenterrar a Franco. No va ser cierto. Pero, el informe de la comisión de expertos, en su tibieza, tampoco lo pone muy fácil. Se necesita la autorización de la comunidad Benedictina, dado que al ser una Basílica depende de la autoridad eclesiástica pese a ser patrimonio del Estado y el máximo consenso parlamentario.

La Iglesia de Rouco Varela, que ahora milagrosamente ha decidido no dictarle al PP como tienen que conducir la acción política cuando al PSOE le montaba manifestaciones trimestrales, no está por la labor de desalojar a Franco de una de sus sedes en las que entraba bajo palio; de la familia del dictador para que hablar, ya han dicho que nones y en cuanto al consenso...

El Partido Popular no solo votó en contra de la Ley de la Memoria Histórica si no que alentó una campaña en contra de cualquier pretensión de remover el pasado alegando que se reabrían viejas heridas, se ofendía a la transición y se corría el peligro de volver a enfrentar a los españoles.

Por lo tanto Mariano Rajoy se va a quitar este muerto de encima con un rápido carpetazo. Le va resultar tan fácil como alegar que él está dedicado a asuntos más importantes como la crisis económica o el paro, que es para lo que le han votado los españoles.

Dentro de unos meses de esta historia solo se acordarán los familiares, que cada vez quedan menos, quienes todavía reclaman se les devuelvan los restos de su padre, su tío, o un abuelo. Fueron asesinados por los fascistas, tirados a una fosa común o una cuneta y, para que el mausoleo del dictador no tuviera huecos, sus cuerpos fusilados por sus huestes fueron a hacerle compañía en los nichos de la pared. Eso sí, sin nombre.