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No sé si habrán caído ustedes, pero dentro de doce días más ya estamos en Noche Buena. Es la costumbre de llamar a las cosas por su nombre, Noche Buena, como siempre y desde que éramos unos renacuajos. Lo que ocurre con ciertas tradiciones es que el espíritu te pide seguir manteniéndolas y la realidad puesta al día, te dice que esta noche, la que está por llegar, para muchísimos no va a serlo tanto. Sea como sea el ambiente nos está invitando a cerrar algo los ojos y mirar hacia dentro, en nuestras sombras y oscuridades en búsqueda de alguna luz que nos ayude a engañarnos a nosotros mismos. Montamos nuestros árboles navideños, los vestimos con sus mejores galas, montamos el belén, el de siempre, con su nacimiento y sus pastores de siempre y salimos, salimos a recorrer nuestras calles y plazas en busca de más luz y sonido porque en el fondo, tenemos hambre de más luz y de reencontrarnos con los de siempre o con quienes hace semanas que no habíamos vuelto a ver. Nos dicen, no sé si las buenas o malas lenguas, que al trineo de Papa Noel este año le falta un reno y no porque haya fallecido por la edad que ya son muchos los años que tenía, sino por los recortes y claro, los regalos se demoran algo más por la lentitud del reparto. Yo no sé si este año vendrán los tres Reyes Magos o solo dos de ellos pues parece ser que a Baltasar le ponen pegas para renovar sus papeles. Dicen que las tarifas han subido un montón, que puede haber alguna huelga en el transporte, que han podido mantener el incienso y la mirra pero que el oro se ha puesto por las nubes y a los camellos, hace dos meses que los están buscando la policía. Pero vamos a verlos venir, a los días que faltan me refiero porque de aquí allá, todo puede si no cambiar al menos ser algo diferente. Al fin y al cabo son fechas mágicas y llenas de ilusión y solo nosotros, malabaristas en la cuerda floja, conocemos los mejores trucos para conseguirlo, ¿no es cierto?