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La costumbre de instalar representaciones del misterio de la natividad de Jesús, tanto por medio de valiosas obras de arte como de ingeniosas y evocadoras iniciativas de sabor popular, se ha ido extendiendo por todo el mundo y viene a ser el modo más genuino y amable de visualizar el acontecimiento que más ha influido en la historia de muchos países, de tal modo que se ha fijado como el inicio de la era cristiana, por lo cual en los escritos públicos y notariales se hacía notar expresamente que el número de los años que figuran en la documentación, se contaban a partir del nacimiento de Jesús (anno a nativitate Domini…).

Uno de los sistemas de tales representaciones es el llamando de «dioramas», palabra de origen griego, que deriva de diá, (a través) y orama (vista), o sea, que por medio del simulacro de una escena con su correspondiente entorno o paisaje, se visualiza e interpreta un acontecimiento, junto con las personas que en él intervienen. Las exposiciones de dioramas navideños se caracterizan por presentar una pluralidad de escenas relativas especialmente a la infancia del Salvador.

En la actual Navidad de 2011 se cumplen los cuarenta años desde que en Mahón se inició el montaje ya nunca interrumpido de la exposición de Dioramas navideños. Comenzó esta actividad religiosa y cultural en la Parroquia de San Francisco, gracias a la iniciativa del benemérito y experto pesebrista Jordi Farrés, el cual ha creado una asociación que se ha demostrado muy fiel a una tan hermosa labor, y que se ha ido realizando en diferentes lugares. Se ha distinguido también esta actividad por situar muchas veces las escenas bíblicas en panoramas y edificios emblemáticos de Menorca, lo cual contiene un especial mensaje, cual es el de que la obra de Cristo Jesús tiene una trascendencia que abarca todos los tiempos y lugares, porque los cristianos sabemos y confesamos que Él es el Salvador del mundo.

La tradición de los belenes tiene unas raíces muy antiguas en todo el orbe cristiano y concretamente también en Menorca. En muchas iglesias había la capilla del Belén que se veneraba de un modo permanente, pero que se cubría en el tiempo del Adviento, a fin de que su contemplación adquiriera un especial significado en Navidad. En muchas casas familiares, colegios e instituciones se montaban bellos y graciosos belenes que eran muy visitados por los vecinos de la población, considerándose muy honrados de estas visitas quienes los habían realizado con piedad e ilusión. También los hombres de Acción Católica hacia los años '50 habían montado algunas exposiciones de dioramas en el centro que por entonces tenían en la Plaza del Bastión. La tradición de los belenes felizmente sigue teniendo continuidad y prestancia en nuestra isla.

En cuanto al origen de los belenes en los países cristianos, es preciso remontarnos a tiempos muy antiguos. De la gruta de Belén como lugar muy venerado por los cristianos, existen ya testimonios muy primitivos, como el de san Justino en el siglo II y el de Orígenes en el siglo III. En la cripta de la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, se guardan unas reliquias que se consideran como de la cuna de Jesús, instaladas allí en el siglo VII por el Papa Teodoro I, que era originario de Palestina. El menorquín Bernardo José Olives de Nadal que peregrinó a Roma en el año santo de 1700 visitó esta cripta, y en su diario de viaje anotaba: «En medio está el altar y en él un bellísimo tabernáculo que tiene cuatro ángeles, todo de bronce dorado. Aquí se guarda el pesebre en que nació el Señor».

Otro lugar emblemático para la tradición de los belenes es el eremitorio franciscano de Greccio en el pintoresco Valle de Rietti (Italia) donde San Francisco de Asís en 1223 encargó a un amigo que dispusiera una gruta a imitación de la de Belén, incluso con la presencia de un buey y una mula. Allí se celebró la misa en la noche de Navidad y el santo, que era diácono, cantó el evangelio y expuso con gran belleza y devoción el relato del nacimiento de Jesús, asistiendo un grupo de campesinos y gente humilde del lugar. Los franciscanos serían a lo largo de su historia grandes propagadores de la tradición de los belenes. Uno de los más famosos fue el que instaló en el siglo XV en el Convento de Jesús de Palma de Mallorca el venerable Bartolomé Catany, quien también fundo en Mahón el convento de la misma advocación junto a la actual parroquia de San Francisco de nuestra ciudad, que siempre ha sido un lugar marcado por una intensa devoción al misterio de la Natividad de Jesús.