Antonio Caules, "Burdó", junto a su esposa Nina Caules, en la puerta de su casa

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Antes de iniciar la presente xerradeta, debo agradecer a cuantos me han motivado a hacerlo, a los que me han proporcionado las valiosas fotografías, desde el anonimato. La oportunidad de poder ver la luz, infinidad de documentos adormilados entre los pliegues de la carpeta del mecánico de la motora de La Mola. Gracias a él, hoy sé de aquellos tiempos, de cuando el camino de Mahón que conducía a Fornells, polvoriento e intransitable en la mayoría de tramos. Hasta llegar a lo que a buen seguro será uno de mis trabajos mas deseados, escribir sobre la cueva de Na Polida.Con ella, con la historia de la cueva de estalactitas, va ligado el inicio de la casa Burdó. Viviendo los mismos tiempos, contemplando el desarrollo del pueblo que en un principio tan solo estaba destinado a acuartelamiento, punto de defensa.

Una semana más, sentada junto a Niní, la segunda de las hijas de Toni Burdó y Nina, fui escribiendo al dictado, de sus padres, de los sacrificios que les supuso la continuidad de un negocio que no era tal, si se tiene en cuenta la escasez de medios de todas clases.

Para conocer algo más sobre el particular, nadie mejor que entrevistar a la pequeña de la casa.

Niní, cuando tu eras una jovencita, ¿quiénes trabajaban en la casa Burdó?
Mi madre, siempre la vi en la cocina. Frente a los fogones, aquella cocina de hierro donde pacientemente removía el sofrito que iba cociendo lentamente, con mimo, uno de los mayores secretos de la riqueza de la mejor caldera jamás lograda en el blanco pueblo de pescadores. Siempre imitada pero aún hoy nadie ha sido capaz de igualar. Mi padre se encargaba de servir en el comedor. Nina Fonsa pasaba horas fregando platos y los cacharros propios, mientras Juanita d'en Sero hacía lo propio en las picas, lavando e intentando hacer desaparecer enormes manchas de las servilletas, ineludibles huellas de la caldera de langosta.

¿Cuál era el plato preferido de tu padre?
El arroz caldoso, elaborado amb es suc de una buena caldera de pescado.

¿Y sus aficiones?
Mi padre era un hombre muy sencillo. Muy de pueblo. Siempre junto a mi madre. Aún hoy es recordado por muchos. En verano, los dos sentados en la puerta de su casa, él preparando sus propias nanses, fent armades. Mientras mi madre, como buena fornellera, cortaba manzanilla. A mi padre sus vecinos siempre le vieron dedicado a la captura de las orades. Por esta época, antes de Navidad, pasaba horas con la calamarera en sa mà. Disponía de una gracia especial para su captura. De siempre le había gustado ir a pescar.

¿Qué recuerdas de los clientes de tu infancia y juventud?
No mucho, ha pasado tanto tiempo, teniendo en cuenta que cuando me casé nos fuimos del pueblo, años en Palma, en varias poblaciones y en Mahón, la que mejor te puede documentar es mi hermana Magdalena y mi sobrino Pedro. No obstante, recuerdo que en la fonda, o sea mi casa, vivía la maestra de la nueva escuela, lo que me permitía hacer novillos; lo de la escuela no iba conmigo. También las monjas me mimaban y entre unos y otros me apoyaban mi decisión de no acudir. ¡Era tan aburrido!

Antes de acostarnos, mi madre solía decir: Mañana vienen una o dos cotxades d'aquí o d'allà. Hubo comidas muy concurridas y muy repetidas, entre ellas la del presidente del Ateneo de Mahón acompañado de mucha gente. Solían alargar la sobremesa, charlando y fumando, hasta bien entrada la tarde, tras la insistencia del chófer alegando que se feia fosc. Rafael Roselló, cada vez que vendía un coche, hacía la prueba hasta Fornells. Don Fernando Rubió, dando la sensación de que iba a su casa, y no tan solo él, cuantos venían entraban en la cocina y charlaban con mi madre, ella que era una mujer muy casera, muy de ir por su casa, sin pretensiones de ninguna clase, limitándose a hacer su trabajo como cualquier otra ama de casa, les atendía, lo que no hizo jamás fue salir al comedor cuando se le solicitaba darle un aplauso por su buen hacer. Esto no lo hizo jamás. Era molt empegueïdora.

No puedo dejar de citar a los doctores Arístides, Abades, Martí Sansat, y tanta gente muy querida por mi familia que lamentándolo mucho no puedo nombrar, el tiempo y los años no perdonan. En cambio, tengo muy presente la llegada del director Ricardo Gascón. Los artistas de cine César Danova, Isabel de Pomés, Juny Orly y Félix de Pomés, Jacinto San Emeterio, Emilio Sancho, entre otros, y un equipo de dobles, cámaras, etc. Para rodar la película de "El Correo del Rey". Se instalaron en el Hotel Burdó, salían de buena mañana, tras haber desayunado. Mi madre preparaba café con leche, pan fresco, en el centro de la mesa un plato con queso, sobrasada, cada cual se iba sirviendo cuanto les apetecía. Ahora que todo va tan calculado, me doy cuenta de la esplendidez de mis mayores.

Jamás fallaron los nobles de Ciutadella, ni los fabricantes menorquines, que había muchos en todos los pueblos. El día que entrevistes a mi sobrino Pedro Castell Caules, te dará mas detalles, ya que él vivió muy de cerca aquel negocio. Sus padres, o sea mi hermana Magdalena y su esposo Juan Castell, se hicieron cargo del negocio a principios de los sesenta hasta que cerraron la puerta junto a su hijo, que trabajó en aquel negocio, tan querido por la familia.
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margarita.caules@gmail.com