TW
0

No olvides, señor
En el amanecer de cada día pronunciar mi nombre, / enviarme, como si fuera la primera vez, / a sembrar ilusiones en los senderos espinosos / a llevar esperanza, donde gime el hombre perdido.

Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas, los españoles siguen considerando la Navidad como una fiesta de marcado carácter familiar, aunque no llegan al 15% los que la consideran una fiesta principalmente religiosa.

Casi un 20% de los españoles percibe la Navidad como una fiesta de carácter comercial, y 8 de cada 10 encuestados reconocen hacer gastos extraordinarios en regalos durante estas fiestas. Así, los datos reflejan una tendencia a considerar la Navidad, no sólo como una fiesta de carácter esencialmente familiar o religioso, sino también netamente comercial, e incluso a vivir los días festivos como un periodo vacacional comparable a cualquier otro. En este sentido, un 20,5% de los encuestados dice haber disfrutado durante la Navidad de una media de casi nueve días de vacaciones, sin contar los festivos ni los fines de semana.

Aun así, prácticamente todos los españoles pasan las fiestas en familia: un 96,3% se reúne con sus allegados para la cena de Nochebuena, y para la de Nochevieja un 83%. Por otro lado, celebran la Nochevieja con amigos en un domicilio particular uno de cada diez españoles, mientras que lo hacen en locales públicos de diversión casi un 5%.

Los Reyes Magos siguen conservando su popularidad entre las familias españolas: prefiere abrir sus regalos el 6 de enero un 54,5%, lo hace el día de Navidad un 15,3%. No celebran con regalos la Navidad ni el día de Reyes el 10,7 %.

Todo sistema, por muy duro e inhumano que sea, necesita ofrecer rostros atractivos, espacios consoladores, desahogos estéticos-emocionales. Algo de esto tienen nuestras navidades. No decimos la Navidad, que evidentemente es otra cosa: misterio de cercanía e inequívoca señal del amor de Dios. En la Navidad los creyentes celebramos el nacimiento del Hijo de Dios que quiso ser uno de nosotros para mostrarnos con su palabra y con su vida que el mejor camino para nuestro mundo es la fraternidad y la igualdad que nacen del amor y de la justicia como fuentes de donde brota la paz estable y duradera.

Las blancas y dulces navidades, las tiernas y emotivas celebraciones navideñas, las gozosas y costosas fiestas en torno al portal de Belén bien poco tienen que ver con el originario Mensaje:

Cristo nace pobre, nuestro sistema estimula a ser ricos;

Cristo nace para crear solidaridad, nuestro sistema engendra rivalidad;

Belén iguala y dignifica a todos, el sistema selecciona a los mejores.

La conclusión es que nuestro sistema capitalista-consumista está en el polo opuesto de lo que significa la Navidad y que no hay posible entendimiento.

Pero la estrategia capitalista es realmente inteligente. No se opone a la Navidad sino que la integra. Al capitalismo le interesa sacar provecho de lo humano y de lo divino, de todo. Para este sistema, para quienes lo sostienen, Dios no es otra cosa que una fuente de ingresos.

Todo es cuestión de mantener las palabras, pero vaciándolas previamente de sentido. Se escucha el mensaje, pero se cierra el oído a sus exigencias; se celebra la Navidad cristiana, pero no cristianamente sino comercialmente. Esta operación resulta sumamente provechosa para el sistema. En primer lugar, porque lo pone al servicio del beneficio económico; así la Navidad se convierte en fiesta consumista de primer orden. El Niño Jesús viene a ser prácticamente un mazapán o turrón. La Nochebuena equivale a la cena-buena y la alegría que no es la de la Navidad sino que brota al tiempo que se toma el champán.

La sociedad tiene mucha capacidad de integración, incluso por parte de las instancias que más se resisten y cuestionan el orden constituido. Fácilmente transforma la Navidad en fiestas de fin de año. Se pierden las referencias religiosas, se trasforman en vacaciones y se elimina lo más genuino de la fiesta: el nacimiento de Jesús. En primer lugar vaciándolo de contenido; después, comercializando los elementos religiosos (portal) junto con los otros (comida, champán, regalos...) y, al final, prescindiendo de ellos.

¿Cuál tiene que ser nuestra participación? Acoger con sencillez y alegría desbordante la misericordia de Dios que ha visitado a su pueblo, a todos y cada uno de nosotros, a toda la humanidad. El amor no se impone, solicita la respuesta libre del hombre y de la mujer. Para hacerla posible, Jesús se humilla y viene como un hermano en medio de sus hermanos.

Felicidades, amor y paz en estas fiestas de Navidad a todos los hombres y mujeres y en especial a mis lectores del "Menorca"