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Estamos en unas fechas en las que el consumismo se dispara, principalmente por la tradición de los regalos y por las cenas o comidas familiares. Yo quiero centrarme en el tema de los obsequios y concretamente los dirigidos a los más pequeños. Las cartas a Papá Noel y los Reyes Magos ya están en camino y la ilusión de los niños y niñas se ha disparado desde hace semanas. Nada que objetar, siempre que las familias actúen con sentido común. En estos tiempos de profunda crisis, he visto muchas caras de agobio por cómo van a cursarse las peticiones, ya que el horno no está para endeudamientos. Precisamente ayer la Conselleria balear de Salud, Familia y Bienestar Social hacía una serie de sugerencias y advertencias a los padres, la mayoría obvias pero que han caído en el olvido: cada juguete tiene su edad, evitar caprichos, apostar por los educativos, por los que potencien la imaginación o la creatividad... "Los más divertidos no son los más caros", se recuerda.

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Pero además cuando son más los que tienen menos, es necesario apelar a la solidaridad. Así, se incide en que un regalo de comercio justo tiene un valor añadido y yo añadiría que también nos acordemos de los que recibirán poco o nada.

La Conselleria pone también el acento en que jugar es esencial para el desarrollo de los niños y si los padres participan mejor. Regalar, sí. Pero cuidado: que no nos pase que al final nuestros hijos acaben disfrutando más con la caja que con el contenido.