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Este año había una especial expectación ante el tradicional mensaje navideño del Rey. Además de su reflexión sobre la grave crisis por la que atraviesa el país, existía un gran interés por si haría mención acerca del problema que ha creado Iñaki Urdangarín a la Casa Real. El jefe del Estado no defraudó. Su discurso fue claro, comprometido y directo, analizando con precisión la realidad española. Así lo han reconocido PP y PSOE. Sobre la difícil situación económica exigió acertadamente "diálogo y altura de miras", pidiendo a políticos y a los agentes económicos y sociales que trabajen "sumando voluntades, no restándolas". Sostuvo que la superación de la crisis solo podrá darse a través del reconocimiento de los errores y para ello será necesario "un planteamiento global". Calificó el número de parados de "moralmente inasumible", añadiendo la necesidad de defender el Estado del bienestar a base de educación, trabajo, esfuerzo, iniciativa, compromiso y solidaridad. Por otra parte, y sin citar expresamente a su yerno, destacó el comportamiento ejemplar que deben tener todos los responsables públicos. "La justicia es igual para todos", por lo que "cualquier actitud censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley", dijo. Sin duda, un mensaje a la altura de las circunstancias actuales.