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Creo recordar que la única ciudadana checa que vivía en Mahón a finales de los sesenta era la Sra. Margaret. Era la profesora de inglés del Ateneo y reconozco que fue ella la primera que me incentivó a aprender la lengua de los perpetuos disidentes de la Unión Europea. Muy amable, su historia particular era consecuencia de la pasada guerra europea.

A mediados de los ochenta visité Praga en compañía de la amiga Clara Torres. Los dos formábamos parte del Comité de SEBIME (bajo la presidencia de Guillermo Gardés). Se había programado un viaje de prospección de mercados a Budapest y a Praga. Y allá nos fuimos.

En los años ochenta Praga seguía conservando un barniz comunista. La ciudad continuaba presentando todos los detalles que tantas veces vimos en las películas que trataron la guerra fría. Aún transpiraba "aires de postguerra". Aspecto gris, desolación en muchas calles, tiendas lastimosamente surtidas (con excepción de piezas de cristal de Bohemia), cafés anticuados, mayoría de coches destartalados, vestimentas de los tiempos de María Castaña, etc. Parecía que la historia se había detenido en los años cuarenta. Todo mostraba pobreza y decadencia. Me recordó el Berlín Oriental de los setenta. Para un aficionado a la historia europea, visitar aquella ciudad era revivir en directo las consecuencias de la II Guerra Mundial. Deambular por el barrio judío de Praga fue algo muy emocionante.

Un recuerdo imborrable fue la llegada al Aeropuerto en una fría tarde/noche con viento y lluvia. Allá a lo lejos se adivinaban las figuras recortadas (y patéticas) de los "vopos" (¡aquellos cascos, aquellos abrigos!) que con metralleta en mano vigilaban las pistas de aterrizaje. Muy impactante para un aficionado al rock and roll americano: del sueño de la libertad a la realidad de la dictadura socialista.

Llegar a Praga fue recordar la Primavera del 68 cuando grupos de jóvenes checos se rebelaron contra aquella tiranía totalitaria consiguiendo una sangrienta represión que alargaría la dictadura soviética hasta finales de los ochenta. La fuerza bruta de los tanques del Pacto de Varsovia acalló, aplastó y ensangrentó aquella disidencia.

Todos estos recuerdos regresan ahora a raíz de la muerte de Vaclak Havel. Con él se derrocó al comunismo en lo que fue la República de Checoslovaquia. Sí, la llamada Revolución de Terciopelo del 89 sentenció aquella dictadura.

La desaparición del Muro de Berlín fue el ataque decisivo, final y letal al sustento dogmático e intelectual de la izquierda europea de finales del siglo XX. La utopía del igualitarismo (no de la igualdad) de los hombres había saltado por los aires. El claro fracaso ideológico de toda aquella utopía comunista hizo que dejara de servir. La evidencia la había delatado. Los resultados obtenidos con la aplicación de las tesis estatalistas habían sido las principales pruebas del fracaso de esa ideología. Aquel sistema no servía para dar felicidad a los hombres. Las apariencias engañaban. Las realidades cantaban. El comunismo, en lugar de alcanzar la igualdad, consiguió la esclavitud generalizada, el dogmatismo intelectual, la ruina económica y la dictadura más sangrienta que la historia recuerda. Y es que Orwell (siempre Orwell) lo reconoció muy bien: "Todos somos iguales pero unos somos más iguales que otros".

A partir de ese fracaso histórico que derrumbaba sus fundamentos, la izquierda tuvo que proveerse de nuevos tópicos que la ayudaran a volver a asentarse en la sociedad occidental. Recurrió a todas las referencias sociales minoritarias. Así fue como la izquierda pasó de defender aquel igualitarismo generalizado a defender los particularismos. Feminismos, laicismos, ecologismos, pacifismos, nacionalismos, etc. pasaron a conformar las columnas ideológicas de quienes antes habían predicado la supuesta idoneidad de la férrea dictadura estatalista.

Alguien dijo que las mariconadas, como las putadas, normalmente no tienen nada que ver con el sexo. Efectivamente, la igualdad no se consigue con un igualitarismo forzoso ni tiene nada que ver con el comunismo. Finalmente, el 89 convirtió en realidad la Praga del 68. Cosas de la vida.
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Nota 1: Gran discurso del Rey en Nochebuena.
Nota 2: Drama en Menorca: 8.000 parados.
Nota 3: Al fin nos hemos librado de la ridícula, injusta y discriminatoria paridad ministro/ministra. Ya no más gilipollos y gilipollas. ¡Aleluya, aleluya!