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Don Francisco Javier Rodríguez de Fonseca, licenciado en Sociología y escritor, publicó un muy interesante y extenso trabajo en la Revista de Menorca de 1992 bajo el título de "¿Menorca rusa?".

Explica dicho señor que a finales de 1779, Sir James Harris, embajador británico en San Petesburgo, ofreció la isla de Menorca a la emperatriz Catalina II (Catalina "La Grande"), a cambio de su apoyo frente a su competidor marítimo, Holanda. El alemán Karl Marx escribió una obra titulada "La Diplomacia secreta", donde recogía y glosaba una serie de documentos diplomáticos de finales del siglo XVIII, centrándose especialmente en las relaciones ruso-británicas. Es en esa obra donde encontramos la fuente de nuestro asunto.

En la fecha señalada de 1779, Holanda, la gran enemiga marítima de la corona británica, era también aliada de Rusia.
"Partiendo de esta compleja situación –escribe Rodríguez de Fonseca– los británicos querían llegar a un acuerdo con Holanda y para ello pusieron en marcha una serie de iniciativas diplomáticas que pasaban por conseguir que Rusia aceptara el papel de mediadora. En el fondo, aunque la intención declarada era que Rusia ejerciera sus buenos oficios de intermediaria con Holanda, a lo que se aspiraba era a que Rusia se pusiera del lado inglés".

Así las cosas, Sir James Harris, embajador británico en San Petersburgo, según hemos señalado, tuvo la ocurrencia de ofrecer a Catalina II la isla de Menorca, flamante posesión británica en el Mediterráneo. "Sugerí la idea de la cesión de Menorca a la emperatriz –escribió sir James Harris–, ya que era evidente que con la paz nos veríamos obligados a hacer sacrificios y me pareció más inteligente ofrecérsela a nuestros amigos que a nuestros enemigos".

Al principio la propuesta de la cesión de Menorca fue muy bien acogida por Catalina II, pero cuando las negociaciones se hicieron oficiales todo cambió. Al parecer, la emperatriz consultó posteriormente sobre la cuestión con el emperador de Austria y probablemente éste no solamente la persuadió para que declinara el ofrecimiento, sino que además traicionó el secreto contándoselo a Francia y de este modo se hizo público.
La mediación rusa frente a Holanda, pues, no llegó a producirse, y Menorca, aunque por poco tiempo, continuó bajo el dominio de la corona británica.

Como bien decía el señor Rodríguez de Fonseca al final de su brillante artículo, "Todo pudo haber sido. El gin podía haberse tornado en vodka y la salsa mahonesa, ingrediente fundamental de la ensaladilla rusa, quizá no hubiera pasado a la historia, relegada por la salsa tártara u otra parecida. Quizá los lugares más bellos de la Isla estarían ahora poblados por lujosas dachas, donde la Nomenklatura de los tiempos de la URSS pasaría los meses de verano. Quizá el puerto de Maó se hubiera convertido en la principal base de submarinos nucleares en el sur de Europa...

Lo que es seguro es que Menorca no es rusa, aunque pudo haberlo sido.